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Viernes 25 de julio de 2008, Arcones.

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También había llovido desde mi último vuelo en Arcones. Un par de años creo. Y la verdad es que, tal y como está el camino para subir al despegue, posiblemente pase bastante tiempo hasta que volvamos.

Tal y como me avisó Valín cuando le llamé por teléfono poco antes de salir, se estaba celebrando allí el campeonato nacional de parapente. El despegue habitual, por debajo del camino, estaba lleno de parapentes y no había hueco para un ala. Siguiendo la estela de un coche que subía delante de nosotros con un par de alas seguimos subiendo hasta la vaya que separa Segovia de Madrid, en la misma cima, para montar allí y despegar por encima del camino.

Había bastante viento y la manga de parapente finalmente se suspendió. A mi no me hacía ninguna gracia tampoco, sobre todo porque el despegue de arriba es más llano y nunca había salido desde allí (sí desde encima del camino, pero justo a la altura del despegue «oficial»). Además la idea era despegar escorándonos un poco a la derecha, para no salir por encima de los parapentes, lo que hacía que el viento entrase algo cruzado.

Sin embargo finalmente el despegue fue bastante bueno. Esperé una racha bien enfrentada no demasiado fuerte y corrí manteniendo el ala ligeramente picada.

Valín había salido poco antes que yo tirando hacia la izquierda, hacia las rocas. Con el viento que había se mantenía sin dificultad por encima de la ladera. Yo le seguí y volamos juntos hasta el puerto de Navafría, girando de vez en cuando pero básicamente haciendo ladera. Mi idea era, como no, intentar llegar a Muriel, pero el propio Valín me había desaconsejado hacerlo con tanto viento. En particular le parecía peligroso el fuerte sotavento al otro lado de la montaña.

Sin embargo mi idea era acercarme en la medida de lo posible a Muriel (el sábado era el cumpleaños de mi padre y mi abuelo y nos esperaban por allí) pero no necesariamente metiéndome en el sotavento. Si no podía cruzar por el Pico del Lobo hasta el Ocejón podía seguir por la vertiente norte de la Sierra de Ayllón acercándome en lo posible a Galve del Sorbe y el Alto Rey. Así es que di media vuelta y volví hacia el despegue con esa idea.

La deriva de las térmicas era considerable y las dejaba a medias. Cuando me aproximaba a la zona del despegue vi un ala girando encima de la gravera y decidí salirme en aquella dirección para dar coger la ascendencia más lejos de la cuerda y poder mantenerme más tiempo en ella. Dicho y hecho. Al poco estaba con lo que sería mi techo para ese día, unos 2600 metros. La deriva me había arrastrado no sólo hacia la cuerda sino también hacia el este, dejándome a la altura de Prádena. En esas estaba cuando Sara me dio la graciosa noticia de que me había dejado el móvil en la furgoneta.

Para no complicar las cosas, sobre todo teniendo en cuenta que al día siguiente seguramente lo podría volver a intentar, decidí quedarme y tomar en el aterrizaje oficial. Eso sí, antes me quería quitar bien el mono de Arcones que tenía. Así es que puse de nuevo rumbo hacia el puerto de Navafría, donde volví a llegar, esta vez solo.

Aterricé casi tres horas después del despegue. En la campa había un viento relativamente fuerte y aterricé sin muchas dificultades. El Coci me dijo que tenía que intentar entrar con más velocidad y me dio un consejo que estoy aplicando desde ese día: hacer en dos pasos el cambio de manos de la barra de control a los montantes. Primero una mano, manteniendo el ala picada y con velocidad, y luego la otra. Hasta ahora lo venía haciendo en uno sólo, cambiando las dos manos simultáneamente. Con vientos como el de ese viernes, en dicho gesto mi U2 pierde el ángulo quedándose empujada, disminuyendo así notablemente la velocidad con la que atacamos el planeo final.

Nada como un buen consejo para seguir mejorando: ¡gracias Coci!

Domingo 29 de junio de 2008, Alto Rey.

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Tenía muchas ganas de volver a volar en el Alto Rey. De hecho, aunque mi último vuelo allí fue hace muchos años (14, que se dice pronto), he frecuentado su despegue (en particular) y la zona (en general) en bastantes ocasiones desde entonces.

Esta primavera me alegró ver que lo que es el sitio más seguro para aterrizar (tanto por tamaño como por cercanía al despegue) no estaba sembrado. En su día tuve la mala suerte de vivir una experiencia muy desagradable en la misma de la que no pocos voladores han oído hablar. En aquella ocasión la campa estaba sembrada de trigo y el agricultor que la trabajaba rajó literalmente las cometas a dos de los amigos con los que fui a volar allí. Un tercero, Fidel, mi compañero de cursillo y con el que compartía ala por aquel entonces, estaba todavía volando y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. En el último momento decidió aterrizar en las jaras que rodeaban el campo. Eso le (nos) libró de acabar con el ala rajada también, pero la decisión fue bastante arriesgada ya que, además del peligro de las jaras, había montones de piedra ocultos y dispersos de un tamaño considerable (muy posiblemente procedentes del propio sembrado).

En cualquier caso mi intención si lograba darme un vuelete allí era evitar dicha campa y aterrizar lo más cerca posible de Muriel, donde estaría mi familia y objetivo que gran parte de mis vuelos (cualquiera que realice desde la Muela, el Alto Rey, Arcones y, por soñar que no sea, desde Piedrahita). Un destino bastante complicado desde el Alto Rey por lo abrupto tanto de la Sierra Gorda (que tendríamos que atravesar para llegar en línea recta) como de la vertiente sudoriental de la Sierra de Ayllón (que tendríamos para acceder siguiendo la cuerda por el norte, hasta el Ocejón). Por lo tanto mi plan de vuelo para llegar es accediendo por el sur, bordeando el pantano de Beleña, aterrizando en los llanos de Tamajón, cerca de un pueblo abandonado llamado Sacedoncillo. Algo parecido a esto:

Desde el Alto Rey hasta Muriel rodeando el pantano

En Muriel no me puedo meter ya que no hay aterrizajes seguros para un ala delta. Pero bueno, bajemos de la nube y vayamos al grano. El vuelo del domingo.

La cosa pintaba muy bien. Había estado en el despegue el sábado y entraban rachas bien orientadas y todavía parecía haber cierta actividad en el cielo (es decir, se veían nubecitas chulas). Pero era muy tarde, pasaban ya las seis de la tarde. Siendo un despegue sur-sudeste, lo ideal en días térmicos es despegar antes del mediodía, ya que la orientación se va moviendo con el sol. Las rachas comenzaron a entrar cada vez más de oeste hasta que al final, cuando ya me marchaba, entraban de atrás. Me fui con la esperanza de que llegando prontito el domingo podría por fin darme un vuelo allí.

Y así fue. Aunque fui solo y allí no vuela casi nunca nadie, no faltan personas que suben a ver la ermita. Confiaba en ellas para no despegar solo, algo que siempre hay que evitar pero que en ocasiones hay que hacer (cuando, por ejemplo, estábamos en el despegue con otros voladores y nos hemos quedado los últimos). En mi caso, me ha tocado hacerlo en dos o tres de los aproximadamente trescientos despegues que he realizado. El viento estaba muy bien, con rachas que llegaban a ser fuertes en algún momento pero suave en general, y monté el ala con la esperanza de que alguien apareciese cuando todo estuviese listo. Así fue también.

Despegué como a la una y media acompañado de familia de Puebla de Beleña que gentilmente esperaron unos minutos antes de subir hasta la ermita. Nada más salir giré hacia la izquierda bordeando los cortados de piedra sobre los que se construyó la misma y no tardé en ganar altura al despegue. La abundancia de térmicas en la zona me permitió ponerme a varios cientos de metros en poco tiempo así como mantenerlos durante todo el tiempo que estuve en la sierra. Un buen puñado de buitres que despegaban de las rocas de la parte oriental me acompañaron también mientras estuve por allí.

La deriva de las térmicas era lo suficientemente notable como para hacerme dejarlas casi siempre antes de llegar al techo, para evitar meterme en el valle de atrás. Pasado el mismo, ya en el interior de Soria, se estaba comenzando a formar una tormenta de tamaño considerable. Esto, junto con el hecho de que comenzaron a formarse nubes en el valle me animó a salir hacia el mismo. Al hacerlo y entrar en la ascendencia más lejos de la sierra podría mantenerme durante más tiempo en la misma y ganar más altura, llegando quizás a la nube. Lo hice en un par de ocasiones o tres logrando ponerme a unos 2600 metros, unos 800 sobre el despegue. Aunque no llegué a meterme en la nube, sin duda estuve cerca.

La tormenta seguía creciendo y parecía ya lamer el valle de atrás, todavía a varias decenas de kilómetros del Alto Rey, y decidí alejarme definitivamente. Con el techo que comentaba y más o menos una hora después del despegue, tensé la cometa y puse rumbo hacia Las Navas de Jadraque, donde tengo controlada una campa bastante maja.

Sobrevolé Bustares y llegué a la campa de Las Navas sin problemas, ligeramente por debajo de la altura del despegue. Allí me encontré una térmica que decidí tantear. Su ascendencia no era mala, pero la deriva era considerable. La dejé para buscar otra en la que, aunque derivando igual, se subiese con mayor velocidad. Mi gozo en un pozo. Las que encontré fueron muy similares y al final me agarré a una para no tener que aterrizar.

Su deriva me fue lentamente acercando de nuevo a Bustares y apenas logré ganar metros. Abajo los chopos estaban bastante arqueados y parecía haber bastante viento. Posiblemente desde donde estaba ya no podría llegar al lugar de donde venía, a la campa de Las Navas. Viendo que la deriva me iba a meter ya por detrás de Bustares decidí aterrizar en una campa bastante grande que tenía cerca , al lado de la carretera (curiosa, curiosa. En muy buen estado pero… ¡de un solo carril para los dos sentidos!) que une ambos pueblos.

Efectivamente en el suelo había un viento considerable, lo que facilitó mucho la toma en una campa verde como ella sola. Después de recoger me tocó subir andando hasta el despegue para recoger el coche. Una hora y media de pateo. Pero sarna con gusto no pica… ¡vuelete!