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Viernes 12, sábado 13 y domingo 14 de octubre de 2012, Open de Levante

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Viernes 12: El Buey

Paco Ortuño dispuesto a despegarPrimer día del Open de Levante. A pesar de que la previsión no era la mejor se respira un muy buen ambiente con unas 20 alas y muchas ganas de volar. Subimos al Buey y estaba perfecto para despegar de poniente. Cuando terminamos de montar el viento había bajado notablemente y se retrasó un poco la salida. Además una tormenta se acercaba desde Jumilla y a unos cuantos nos tocó desmontar arriba para que no nos cayese el chaparrón encima. Yo estaba ya con el casco y prácticamente colgado en el ala, pero la cosa se estaba poniendo muy negra y los últimos pilotos que había preparados para salir (Armando, Julio y Juanma entre ellos) no salían porque no había viento. Pero tras una larga espera de más de cuarto de hora de repente empezó a soplar perfecto y mantenido y salieron todos sin problema. Yo ya tenía el ala prácticamente desmontada y terminé lo que había empezado, aunque de haberla tenido lista podría haber salido perfectamente. Según cerraba la cremallera de la funda comenzó a llover.

Tres primeras alas volando del Open de Levante 2012

Rosalina, Joan Hidalgo, Nuria y yo bajamos a recoger a los volones. De nuestro grupo el único que se quedó sin volar fui yo, pero cuando terminaron de desmontar ya había escampado y a Carlos «discus» le apetecía un refly. Carlos «parapen» se ofreció para subir con nosotros y, previa paradita para picar algo, subimos de nuevo al despegue. Mientras montábamos vimos a Miguel, piloto veterano de la zona que reconocí de mi anterior viaje a la zona, hace 15 años con Casimiro. Nos contó que llevaba un par de años sin volar en ala, diseñando un prototipo de parapente de simple vela de un kilo y medio que por lo visto estaba funcionando muy muy bien.

El viento estaba bien de fuerza y orientación. Ideal para estrenar la nueva vela de la Litespeed S3.5 que me había montado el domingo anterior Christian Cid. Nada más despegar el ala se me va a la derecha. Susto. Logro sacarla de ese giro pero en cuanto la suelto vuelve a irse sóla a la derecha. Segundo susto en menos de 6 segundos… ¡pero esto qué es! Vuelvo a sacarla y termino el vuelo bastante preocupado porque el ala parece que no vuela nada bien, se va a derechas a baja velocidad y tengo que colgarme en la izquierda para mantenerla recta. Aterrizaje con poco viento a toda leche por el último giro a izquierdas un pelín brusco luchando contra la tendencia del ala. Me voy un poco más lejos de lo que quería, pero con un buen empujón y la dejo clavada sin problemas.

Alas aterrizadas en una de las campas de El BueyPor suerte Carlos, que acababa de aterrizar también, al verme preocupado me cuenta que al cambiar la vela el trimado puede cambiar y me explica detalladamente cómo se puede solucionar el problema y, de paso, me da gratis unas lecciones de aerodinámica. Gracias a él me recupero del bajonazo… ¡gracias máquina!

Enlaces:

Sábado 13: El Carche

Por fin conozco y vuelo El Carche. Una palabra resume esta zona de vuelo: SALVAJE, con todo lo bueno y lo malo de la palabra. Sin duda un sitio espectacular y con personalidad. Con la ayuda de Juaki bajo un poco la punta derecha para intentar corregir la tendencia de irse a derechas que noté en el ala el día anterior.

Preparado para despegar en La Rampa del Pirata, con Juani y Merche ayudándome, comento que he cambiado también los cables del ala y que echo en falta el chivato… «¿chivato?» dice Merche, y continúa: «¿de qué color lo quieres?» 🙂 En un minuto tenía chivato nuevo y con nudo «pro» de Juani, y estaba preparado para despegar. «¿Quiere algo más el señorito?» debió pensar Merche cuando según salía me hacía esta fotaco:

Despegando en El Carche

Los primeros tuvieron que currárselo mucho más, pero los que salimos al final lo tuvimos más fácil. Nada más salir trinqué una cosita con la que me quedé girando por las proximidades del despegue. No gané mucha altura, pero con esa altura tiré hacia el pico de la izquierda del despegue y allí me encontré algo mucho más serio que me puso a unos 1900. Y lo mejor, ¡el ala volvía a volar bien! Subidón en todos los sentidos.

Girando en frente del despegue (1)Desde allí me tiré hacia El Serral, una laderita de poca altura pero muy larga y bonita, con varios kilómetros de picos y cortados de piedra. Llegué bajito pero poco a poco me fue permitiendo ganar altura según avanzaba por ella. En su parte final, cerca de la carretera de Yecla a Pinoso, me puse por encima de los 2100.

Estaba en medio de la prueba (baliza en Fontanares y gol en el aterrizaje de Peña Rubia, en Villena) y tenía que elegir entre volar hacia la baliza viento en cara por un agujero que me parecía infinito, o tirar hacia Villena donde había unas nubes preciosas… Estaba disfrutando como un enano y no quería arriesgarme a que se acabase la fiesta, así es que puse rumbo a Villena, donde trinqué poco antes de llegar.

La deriva me arrastraba hacia Peña Rubia, donde estaban volando unos parapentes. En la vertical de Peña Rubia tenía unos 1500 pero la seguí girando y derivando y finalmente me puso por encima de los 2300 en la vertical de La Torre. Con esa altura decidí volver a Villena para sobrevolarlo y aterrizar en gol.


Girando en frente del despegue (2)

Cuando lo hacía vi llegar un ala desde la primera baliza… ¡qué máquina!. Me hizo mucha ilusión verla: ¡era el primer ala que veía desde que empecé el vuelo! Me quedé girando una cosita suave para ver cómo y dónde tomaba. Cuando aterrizó y vi la camiseta naranja fosforito le reconocí inmediatamente: ¡era Paco! ¡el dandy del vuelo libre ibérico!

Continué mi planeo hacia Villena y apareció de la nada una rígida. Otro fiera. Me di una vueltecita por la vertical del Castillo y puse rumbo a la campa del gol para aterrizar con ellos.

Al sobrevolar la campa Merche estaba con una manga alzada que me indicaba perfectamente el viento. Empujé un poco pronto pero aterricé relativamente bien. Allí estaban además de Merche y Paco, Esperanza, Adrián y Bernard, que era el que volaba la rígida. Y como no podía ser de otra forma en un día redondo como este, me grabaron el aterrizaje:

Creo que con el arnés puesto todavía Merche me estaba ofreciendo una barrita energética… ¡¡¡pero por favor!!! ¡¡¡no tengo palabras para esta mujer!!! 🙂

Con los máquinas que hicieron gol, Adrián y EsperanzaUn vuelo muy bonito que me deja un sabor de boca fantástico y muchísimas ganas de volver aquí pronto.

Enlaces del día:

Domingo 14: El Buey

Vuelta al Buey en el tercer y último día de competi. Gol directo en Beneixama. Condiciones justas pero con viento perfecto para salir y mantenerse. Hago la gañanada del día dejándome el vario abajo, en el coche de Julio, y me bajo a por él justo cuando Jorge Sanchiz está intentando juntarnos para hacernos la foto grupo:

Foto de grupo el último día (faltamos varios)

Salgo de los últimos y gracias a Jorge, que volaba por debajo de mí, logro centrar muy bien una térmica y ponerme con algo más de 1700.

Me había derivado bastante hacia atrás y pensaba que tanto Armando como Carlos ya habían tirado para atrás, así es que enfilé hacia El Serral, que tantas alegrías me dio el día anterior.
Alas montadas antes de salir a volar Pregunté por radio durante la transición y me enteré de que Carlos no había dejado todavía la ladera del despegue y Armando no respondía.

Planeo rapidísimo. Justo antes de El Serral vi un ala aterrizada que posiblemente era Paco. El Serral no me funcionó como el día anterior. Sobrevolé toda su cuerda en busca de la térmica que me permitiese saltar hacia Villena, pero no apareció. Tanteé alguna cosa que me pitó por el camino, pero parecían más de dinámico que de térmico, y no logré ganar mucha altura. Eso sí, fue una gozada de planeo por esas crestas.

Cuando llegué al final de la cuerda Armando pudo por fin responderme. Estaba a 1300 entre las dos canteras del final de la cuerda. Puse rumbo hacia allá, pero ya andaba un poco justo de altura. Sobrevolé la primera de las canteras sin pena ni gloria y en dos giros estaba en el suelo. Aterrizaje con viento sin problemas.

Vuelo cortito pero chulo. La guinda fue que apareció un chavalín que me preguntó que cómo se llevaba un ala, cómo se despegaba y como se aterrizaba, y en eso estaba cuando de repente apareció sobre nosotros Juanito y el chico pudo ver en directo un aterrizaje.

Juan aterrizado buscándose en el móvil

Juanito estaba como yo, contento pero con la espinita de no haber tomado quizás la desición correcta para terminar en gol (sobre todo después de oir por la radio a Armando decir que el vario le decía que llegaba con 10 metros, jeje 🙂 ). También haría gol Demetrio y Jorge Sanchiz se quedó a un par de kilómetros.

Y es que esta zona es muy divertida, tienes muchas opciones, muchas montañitas y cerros donde apoyarte, y muchas campas, la mayoría planas de fácil aproximación, donde aterrizar si es necesario. Con condiciones tiene que ser una autentica gozada. Con las condiciones justas si te vas al suelo siempre piensas, «tenía que haber hecho esto otro o esto de más allá». Yo por ejemplo, después del fracaso de la cantera me pregunté que habría pasado si con la altura que llevaba hubiese seguido por la cuerda cruzando la carretera en busca de la siguiente laderita ¿me habría sujetado? Me encantaría poder probarlo en otra ocasión. Armando y Jorge llegaron a gol por la vía rápida, tirando prácticamente rectos sin preocuparse mucho por los apoyos. El valle funcionaba.

Todos en El CarcheExitazo de viaje. Los siete que salimos el jueves de Madrid, Juanma, los Carlos, Armando, Juanito, Julio «bomber» y yo, hemos volado los tres días… ¡y de gratis! Que aunque hubo algún que otro susto nos las apañamos para volver todos con los mismos montantes que llegamos.

Gracias a todos los que han colaborado para hacer posible el evento, ha sido una gozada. En particular a Paco y Merche que lo han dado todo tanto por el día como durante gran parte de la noche 🙂 ¡Sois la leche!

Enlaces del último día:

Otros enlaces:

Sábado 20 de septiembre 2008, Alto Rey

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El último vuelo del año fue en la zona en la que, rompiendo cualquier pronóstico que hubiese podido hacer, más y mejores vuelos disfruté.

El viento estaba ligeramente cruzado de la derecha, lo que hizo que el comienzo del vuelo se desarrollara por encima de Gascueña de Bornova y Prádena de Atienza. Tras varias intentonas en las que el viento y la deriva siempre volvían a colocarme entre estos dos pueblos, finalmente logré llegar hasta Bustares con cierta altura. No mucha, pero suficiente como para llegar a las campas grandes que hay camino de Las Navas de Jadraque. Para mi sorpresa justo encima del puente trinqué una térmica bastante maja que girándola a izquierdas nos subió de nuevo a unos 2800.

Con esa altura decidí poner rumbo hacia unos prados inmensos (en la siguiente foto se ven arriba a la derecha) que hay antes de entrar en un zona con muchas curvas camino de Las Navas de Jadraque:

Las Navas de Jadraque

El rumbo lo llevaba ligeramente modificado hacia el oeste con una segunda intención. Si lográbamos ganar más altura podríamos llegar hasta La Nava de Jadraque, al lado de la carretera de Galve del Sorbe. Allí tenía controlada una campa decente, no tan buena como estos prados de Zarzuela, pero mucho mejor para la «recogida».

El caso es que según nos íbamos acercando a la vertical de los prados me di cuenta de que con aquella altura podíamos llegar perfectamente hasta La Nava. Así es que finalmente terminé de orientar el ala hacia el oeste, quedando el Ocejón delante de nosotros, y apretamos los sables para planear hasta allí.

Por el camino sobrevolamos El Ordial y Arroyo de las Fraguas y finalmente llegamos a la campa de La Nava con altura suficiente como para buscar algo por allí.

No encontramos nada y decidí preparar la aproximación. La campa era grande pero tenía (y tiene) un árbol justo en el centro, por lo que la cosa merecía toda la atención posible. El aterrizaje fue correcto, aunque la tuve que correr y se me desvió al final un poquito a la derecha.

Y fin de temporada. En total fueron veintiún vuelos con los que la U2 160 me dejó un buen sabor de boca de cara al invierno. Me da bastante confianza en los despegues con poco viento, aunque tengo que hacer un mayor esfuerzo que con mis anteriores alas por mantener el ángulo cuando el viento es más fuerte. Girando es muy cómoda, mucho más que la Laminar ST 13 con la que tenía la sensación permanente de «colarme» en la térmica, pero sin duda no tanto como mi vieja XS, qué parecía girar sola. En las transiciones sin embargo es una gozada, un planeo más que decente sin el cabeceo que me solían hacer aquellas. En las tomas es donde la (me) pondría la puntuación más baja. Sin duda no es un problema de la cometa, sino de su tamaño para mi peso. Algo menos de vela hubiera sido lo ideal, pero creo que con el lastre la situación está más o menos controlada de cara a esta nueva temporada que se nos echa encima…

¡hola!

¡¡¡A VOLAR!!!

Sábado 9 de agosto de 2008, Alto Rey.

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Mi cuñada y yo nacimos el mismo día, el 7, del mismo mes, agosto, del mismo año, 1973. El jueves había sido pues nuestro cumpleaños y decidimos celebrarlo en familia el domingo en Muriel. Quedaba así el sábado como un día ideal para volver al Alto Rey si las condiciones acompañaban. Y acompañaron.

La calle de nubes pasaba justo por encima del despegue y hacia el sur no había ni una sola condensación hasta la A-2. Monté por encima del camino porque el terreno estaba menos seco en esa zona. Mientras montábamos llegó una pareja catalana cuyo Mercedes empezó a echar vapor por el capó al poquito de parar el motor. Según me contó Sara, intentaron bajar después con el motor parado, pero el coche así apenas frenaba y finalmente tuvieron que dejarlo en la base militar abandonada y bajar con ella hasta Bustares.

El despegue fue posiblemente el peor que he realizado hasta la fecha con la U2, o al menos el menos controlado. ¿Motivo? Como me di cuenta poco después de despegar, me había olvidado de quitar la tensión que había puesto casi a tope en el montaje. Y sumado a esto el viento estaba ligeramente cruzado de la derecha. Nada más comenzar la carrera el ala se me desvió ligeramente hacia la derecha encarándose al viento y, ante mi sorpresa, mis correcciones no modificaron para nada dicho rumbo. Por suerte no había en nuestro «nuevo» camino ningún obstáculo y despegamos sin mayores consecuencias.

La cosa estaba muy bien, enseguida nos colocamos por encima de las antenas y después de un rato rastreando la zona una térmica nos subió hasta la nube justo en la vertical de la ermita. Todo iba viento en popa de cara a conseguir mi eterno objetivo: altura casi record para mí, unos 3400 metros, y recién despegado con toda la tarde por delante (serían las tres y media, más o menos). Así es que sin más puse rumbo hacia Zarzuela de Jadraque ya que con la altura que tenía llega perfectamente hasta sus campas.

Al llegar ya tenía la mosca detrás de la oreja: el planeo hasta allí había sido plácido y agradable. No habíamos atravesado ningún tipo de turbulencia de esas que hacen pitar al vario que suelen tener una térmica más cerca que lejos. Sin embargo al llegar a Zarzuela, con unos 2000 metros, el vario comenzó a marcar una ascendencia, suave, pero algo es algo. La giré con mucha paciencia y pude ganar unos cien metros antes de dejarla en busca de algo mejor. Fue el principio de una larga estancia sobre Zarzuela.

Una estancia que rondó las dos horas y en la que estuvimos subiendo y bajando cual yoyó entre los 2000m que comentaba y los 1700m. El estancamiento básicamente venía dado por los 5 km sin aterrizajes que hay entre Zarzuela y Veguillas. En condiciones ideales, estando las campas a unos mil metros de altitud serían suficientes 1500 para llegar, es decir, 500 sobre ellas (considerando una fineza de 1:10, un metro que pierdo, diez que avanzo). Pero las condiciones no eran ideales: el viento lo tenía totalmente enfrentado, lo que me restaría avance sobre el terreno en una proporción directamente proporcional a su fuerza. Pero mi altura estaba ahí y en ocasiones pensaba que podía llegar sin dificultad y en otras que no merecía la pena arriesgarse.

Y en principio ganó el «ángel» conservador. En el enésimo regreso desde el pinar hacia Zarzuela, dos horas y pico después de haber despegado, decidí aterrizar en la campa más segura de las que había visto por allí. Pero cosas del vuelo, basta que tires la toalla para que finalmente te salga ese otro plan que tanto tiempo habías deseado.

Cuando ya estaba planteándome abrir el arnés, a unos 1200 metros, atravesamos una térmica a la que no pude decir que no. Parecía distinta, más fuerte que todas las anteriores. La giramos y la deriva nos fue desplazando de nuevo hacia atrás, hacia Zarzuela. Según ganábamos altura la fuerza iba disminuyendo y parecía más de lo mismo. Al final la sensación que me dejó es que era exactamente igual que las otras térmicas y que simplemente a esa altura, más abajo, la ascendencia era más fuerte. Pero esta nos dejó a unos 2200m en la vertical de Zarzuela. Por enésima vez pusimos «rumbo Veguillas».

Teníamos unos 1200m de desnivel para recorrer los 6 km. que nos separaban de las campas de Veguillas. Parecía suficiente y finalmente lo fue. Llegamos unos 300 metros por encima de las campas y todavía jugueteamos por las faldas de la Sierra Gorda con alguna termiquilla antes de tomar en una de ellas. Me había metido la cámara en el arnés para hacer fotos desde el ala, pero una vez en colgado me resultó imposible sacarla. Para matar el gusanillo le hice una a la campeona allí aterrizada:

U2 en Veguillas

Después, antes de que hubiese terminado de plegar llegaron Ana y Rober con una sorpresita: Jose María. Mojamos el encuentro con unos botijos (¡a 70 céntimos!) en un (el?) bar de Veguillas.

Sábado 2 de agosto de 2008, Piedrahita.

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En el despegue el viento estaba muy flojo, tanto que David «Potato» y Julio «Piedrahita» decidieron bajar sus alas montadas para salir por debajo de la carretera. Juanma y Armando que llegaron algo más tarde montaron directamente abajo. Arriba estábamos todavía Jesús, Javi «Fontanar», Luismi y yo.

En ocasiones incluso llegaban a entrar rachas de atrás y, por lo tanto, remolinos que evitaron que nos relajásemos mucho. Uno de ellos pilló a Jesús preparado para despegar lo que le obligó a elegir entre salir o aguantarlo enganchado al ala. Optó por la primera opción despegando sin problemas tras una larga carrera.

Algo después Juanma, Javi y yo despegamos juntos en ese orden, Juanma desde abajo y nosotros desde arriba. Tuvimos que correr bastante pero despegamos sin problemas, si bien impresiona mucho salir planeando tan cerca del suelo. Posiblemente en la próxima ocasión similar despegaré desde abajo yo también.

Nada más salir trincamos los tres, Juanma bastante más alto pero Javi y yo aproximádamente a la misma altura. Tras unos cuantos giros decidí dejar la térmica para no molestar a Javi y tiré hacia la izquierda del despegue, en busca de la que los locales llaman térmica «de servicio». Y, aunque tardó algo en aparecer, no me falló.

Comencé a girar algo muy suave que lentamente fue cogiendo fuerza. En esas estaba cuando Juanma por la radio nos avisaba de que estaba con 3400 metros y subiendo, y quería saber hacia donde tirar. Yo le comenté que mi intención era ir a Puente del Congosto pero que todavía no tenía suficiente altura para tirar. Armando comentó que los aterrizajes por allí no eran muy buenos, pero que sí que los había en los pueblos cercanos. Por encima de los 3200 metros no lograba ganar más altura pero vi precisamente a Armando girando cerca de donde yo estaba y fui hacia allí. Pero por allí tampoco lograba ganar mucho y tras comentarlo con Armando tiramos juntos hacia el pico Umbrela, la cumbre del monte que hay enfrente del despegue a la izquierda.

Al llegar allí nos encontramos con Juanma que venía con mucha altura en dirección contraria a la nuestra. En la vertical del monte comenzamos a girar algunas cosas que tampoco terminaban de arrancarse con fuerza. Y así, tanteando por distintas zonas, estuvimos un buen rato, desplazándonos poco a poco hacia la ladera norte del monte, hacia Hoyorrendondo, pero tal y como en un momento dado me comentó Juanma, estábamos perdiendo más de lo que ganábamos. Finalmente él decidió volver hacia el despegue. Armando y yo tiramos hacia Puente del Congosto buscando algo que nos permitiese ganar metros por el camino.

Sin embargo nos encontramos con más de lo mismo, ascendencias muy flojas con las que cada giro tenía una de cal y otra de arena. Yo, viendo a tiro las campas de Navamorales, a pocos kilómetros de Puente del Congosto, decidí ir hacia ellas con la esperanza de encontrar por allí algo mejor.

Y algo encontré. En la vertical del río Corneja (poco antes de juntarse con el Tormes) atravesé una fuerte descendencia tras la cual vino su correspondiente ascendencia. Sin embargo era muy turbulenta y con una deriva considerable. Abajo los árboles del río estaban bastante inclinados y todo apuntaba a que el viento aumentaba cuanto más cerca del suelo. Finalmente decidí no arriesgarme a no llegar a la campa de Navamorales y dejé la térmica.

Efectivamente había bastante viento al nivel del suelo y la campa estaba ligeramente cuesta arriba. La aproximación era cómoda, sin obstáculos y aterricé sin problemas.

Sábado 26 de julio de 2008, Alto Rey.

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Subimos por la mañana al despegue de Arcones y la cosa pintaba regular. El viento estaba más bien de atrás y al igual que el día anterior estaba lleno de parapentes participando en el campeonato de España. Siendo el cumpleaños de mi padre y de mi abuelo no podíamos quedarnos allí esperando a que el viento cambiase. Teníamos que llegar con tiempo a la cena en Muriel). Por otro lado las rachas que pudiesen entrar ocasionalmente serían aprovechadas por grupos de parapentes en la última o penúltima manga de competición a los que sería mejor no molestar.

Así es que decidimos ir al Alto Rey que, además de tener orientación sur, estaba a menos de media hora de nuestro objetivo final para ese día.

Llegamos al despegue pasadas las cinco de la tarde y despegué sobre las seis aproximadamente. Las rachas que entraban comenzaron a ser cada vez más flojas y tuve que hacer una larga e intensa carrera para despegar. Tras hacerlo y durante un período bastante prolongado no atravesé ascendencia alguna. Me marqué un planeo de caída en línea recta hacia el aterrizaje al que parecía predestinado inevitablemente.

Cerca de la vertical de la campa nos entró una pequeña ascendencia a la que tratamos de agarrarnos con sables y dientes. Sin embargo no terminábamos de ganar altura con ella y decidí abandonarla. Antes de abrir el arnés todavía nos encontramos con un par de ellas más parecidas a la primera, muy suaves y, bien por malo, bien por rotas, no hubo forma de sacarles mucho rendimiento.

Sin embargo ya con el arnés abierto y planteándome la aproximación final nos entró por el plano izquierdo una térmica que por inercia comenzamos a girar a derechas. El resto las habíamos girado a izquierdas. Quizás por esta aunque posiblemente por alguna otra razón, ésta térmica estaba funcionando bastante mejor que las anteriores. La deriva me estaba arrastrando poco a poco hacia la otra gran campa que hay cerca de la sierra, en las proximidades de Gascueña de Bornova, cuyo único inconveniente respecto de la «oficial» es que hay que dar más vuelta con el coche para llegar hasta ella.

Aunque tenía más fuerza que las anteriores tampoco se trataba de «un termicón» y sin haber alcanzado la altura del despegue la deriva ya me había metido prácticamente encima de Gascueña. Eso sí, parecía que se iba animando por momentos. Cuanto más arriba mayor era la ascendencia. Para cuando llegamos a la altura de lo que sería la cima del Ocejón, a unos dos mil y pico metros, cuatrocientos sobre el despegue, ya se trataba de «una señora térmica». Un poquito más arriba, cómo no, me encontré con una pareja de buitres que nos ayudaron a mantenernos más cerca de su nucleo y meternos en la nube subiendo a más de 4 metros por segundo. Estábamos a más de 3100 metros… ¡yuuuuuuuuuuuuuhuuuuuuuuu!

Después de estar casi aterrizado es una gozada verte tan alto. Bien, pues tensión a tope y planeando hacia Las Navas de Jadraque. Era un pelín tarde para lograr hacer la ruta hasta los llanos de Sacedoncillo que comentaba en el post de mi anterior vuelo allí. Pero todo lo que nos acercásemos a Muriel sería terreno ganado. Al darme cuenta de las posibilidades reales de la altura que teníamos cambié ligeramente el rumbo hacia la derecha para tirar en línea recta hacia Zarzuela de Jadraque. Por detrás el pantano de Alcorlo y San Andrés del Congosto. A la derecha la cara de Valverde del Ocejón, el pantano de El Vado, los llanos de Tamajón y el pantano de Beleña… los rayos del sol ya camino del horizonte no me dejaban ver con claridad lo que quizá eran las casas más altas de Muriel. Además de los tres pantanos mencionados, a la izquierda, antes Siguenza, pude apreciar otros dos más cuyos nombres no conocía (Pálmaces y El Atance). Y el cielo con bastantes cúmulos, también como no en la dirección hacia la que nos dirigíamos la U2 y yo. En dos palabras: im-presionante.

Antes de llegar a Zarzuela el variómetro comenzó con su dulce melodía: «pí, pí, pípí». Para terminar de adornar la escena a unas decenas de metros por debajo de nosotros una rapaz nos dibujaba con sus giros la térmica en la que acabábamos de entrar. Con ella nos pusimos de nuevo a unos tres mil y seguimos nuestro rumbo hacia Veguillas.

En las proximidades de Veguillas giramos cositas que parecían avisar de que al sol le quedaba poco tiempo por allí. Tenían un diámetro bastante grande pero apenas se ganaban metros. Alcancé unos 2600, 200 más que con los que había lleguado allí. Finalmente decidí poner rumbo hacia Monasterio, si bien pronto me di cuenta de que con esa altura podría llegar sin problemas hasta Arbancón. De camino dejé a la izquierda Cogolludo y Fuencemillán, y al fondo, ya más cercanos, La Muela y El Colmillo. A la derecha la sombra de la Sierra Gorda no me dejaba encontrar Fraguas, el pueblo abandonado al que subíamos con las bicicletas desde Muriel para coger «palolú» y alucinar con la bajada a toda velocidad desde allí de vuelta hasta el pueblo. No me lo podía creer, estaba allí, muy cerca de todos aquellos recuerdos.

En Arbancón giré algunas cositas suaves con las que no ganamos mucha altura pero que me sirvieron para alargar un poquito aquel dulce momento. Me di cuenta de que alcanzando allí los tres mil metros podría llegar sin dificultad a los llanos de Sacedoncillo sobrevolando Muriel.

Me dirigí hacia una campa cercana al pueblo que desde el cielo parecía perfecta para aterrizar. Al llegar tuve que echarle imaginación para encontrar la forma de entrar en la misma, ya que estaba rodeada de cerros de poca altura que complicaban la aproximación. Finalmente aterricé sin problemas en ligera contrapendiente pasadas las ocho de la tarde tras dos horas de vuelo.

De allí me recogieron mis hermanos Roberto y Ana y a las nueve estábamos en Muriel preparados para la celebración. Un día perfecto, la verdad.

Sábado 12 y domingo 13 de julio de 2008, Piedrahita.

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No termino de entender por que no vuelo más en Piedrahita. Hacía por lo menos tres o cuatro años que no volaba allí. En aquella última ocasión Julio y yo aterrizamos ni más ni menos que en Villalba después de más de cuatro horas volando juntos (*). Y aunque aquello fue y es todo un récord para mí, mi porcentaje de buenos vueletes despegando desde Peña Negra es sin duda muy alto.

Volando allí en pleno mes de julio la media no podía empeorar.

La mañana del sábado 12 se presentó bastante cubierta de nubes. De camino hablé con mi padre y me comentó que en Muriel (en el norte de Guadalajara) estaba lloviendo con alegría. Aún así seguimos adelante. Al otro lado del túnel del Puerto de los Leones el panorama no mejoraba mucho: un cielo bastante oscuro que dejó caer algunas gotas en nuestro limpiaparabrisas. Temiéndonos lo peor llamamos a Carlos que sabíamos que andaba por Piedrahita. Si estaba mal quizá habrían decidido moverse a algún otro sitio. Hablamos con él y nos dijo que, aunque también estaba cubierto, tenían esperanzas de que abriese. Debo admitir que me pareció muy optimista en aquel momento.

Sin embargo a partir de Ávila el cielo parecía estar abriéndose, sobre todo por la vertiente norte de las sierras de la Paramera y de Villafranca. Cuando llegamos a Piedrahita lucía un sol espléndido y unos cuantos parapentes ya estaban en el aire.

En el despegue había bastante viento y racheado lo que, además de ponerme en tensión de cara al despegue (mis peores despegues hasta el momento con la U2 han sido con viento), hizo que aquel fuese el montaje más desagradable de todos los que le he vivido con la U2. Por suerte su quilla ya era 28cm más larga que la original.

Finalmente el despegue no fue tan complicado como pensaba. Con la ayuda de Eva y Pato y siguiendo las instrucciones de éste último (al que había conocido poco antes en el pueblo) esperé una racha floja y corrí manteniendo el ala picada en todo momento. Fue un buen despegue.

El fuerte viento hizo que desde el principio estuviese bastantes metros por encima del despegue. Sin embargo la deriva al girar me hacía complicado ganar el techo sin meterme demasiado atrás. Y cuando abandonaba la térmica me costaba bastante volver a salir al valle, perdiendo prácticamente todo lo ganado. Tras tres o cuatro térmicas abortadas decidí salirme más al valle para permanecer más tiempo en ellas. Aproximádamente en la vertical de Navaescurial comencé a girar la que me llevó hasta la nube, a unos 3200 metros.

Impresionantes las vistas del valle de atrás en los últimos giros de dicha térmica, con el Almanzor dominando el horizonte por la derecha y el Puerto del Pico a la izquierda (con el viento que había daba la sensación de que se pudiese llegar al mismo de planeo). El aire estaba bastante limpio y más al fondo se llegaba a distiguir incluso la Sierra de San Vicente.

Con dicha el techo pero de nuevo en la vertical de la cuerda tiré de nuevo hacia el valle, pero esta vez con mi vista puesta en la nube más cercana en dicha dirección. A la altura de San Miguel de Corneja comencé a girar su ascendencia para coger el techo de nuevo, pero esta vez a la altura de la 110, o lo que es lo mismo en el valle.

Teniendo el aterrizaje debajo de mí (al lado de la escombrera que también Eva y Pato se encargaron de que encontrase antes de despegar) y con esa altura decidí darme una vuelta por los pueblos del valle y, en este orden, sobrevolé Mesegar de Corneja, Bonilla de la Sierra, Becedillas, Malpartida de Corneja. Siguiendo el rumbo de la espiral que trazan los pueblos mencionados pasé por encima de Palacios de Corneja y Casas de Sebastián Pérez, desde donde puse rumbo hacia el aterrizaje, en el medio del valle, después de más de dos horas y media en el aire.

Llegué con mucha altura y tuve tiempo de sobra para estudiar el terreno y, junto con los datos y consejos que por radio me dió Julio «el de Ávila», planear la aproximación. Lo que no me esperaba ni pude ver desde lejos fue un montículo de tierra de más de un metro de altura mimetizado en el centro de la campa. Y como Murphy no descansa, de todos los metros de ancho que tenía la campa mi trayectoría en el planeo final era directamente hacia la joroba mineral.

En el último momento piqué hacia el montículo empujando inmediatamente después para «saltarlo». Mi pie derecho llegó a tocar con su cima, pero por suerte el obstáculo ya había quedado atrás y el aterrizaje terminó sin mayores consecuencias.

El domingo amaneció despejado con algunos pequeños cúmulos formándose a media mañana. Sin embargo cuando subimos, sobre la una más o menos, ya no había ninguna nube y los parapentes que estaban volando no parecían ganar mucha altura. Más bien todo lo contrario. Un par de ellos aterrizaron cerca de la carretera en medio de la ladera para volver a subir (a uno de ellos que hacía dedo le hicimos un hueco para ahorrarle el paseo de vuelta al despegue).

Arriba estaba ya Vento, de sobrevoar.com, un Lisboeta la mar de majo que conocí el día anterior. Eso sí, tenía su LiteSpeed (totalmente blanca, por cierto) todavía cerrada ya que, según él, las condiciones del día todavía tenían que mejorar. Era cierto que la capa de inversión parecía estar a la altura del despegue y que los parapentes que se quedaban por debajo de esta no lograban ya remontar.

Sin embargo mi norma (desde que soy papi) es entretenerme lo imprescindible los domingos: despegar pronto (o no volar) para llegar a Madrid a una hora decente que nos permita darle un bañito a la peque y hacer el «aterrizaje» en casa lo más suave posible. Corría el riesgo de aterrizar también prontito en la campa de la escombrera, pero es lo que tocaba.

Y estuve cerca. Nada más despegar gané algo de altura y enseguida tiré hacia el morrete de la derecha (Moros dice el mapa que se llama, con 2065 metros). Pero las descendencias eran bastante fuertes y no tardé en perder la altura ganada. Peleé un poco cerca de la ladera para intentar remontar sin mucho éxito y al final decidí salir al valle, ya por debajo del despegue. A cierta distancia un parapente giraba algo que poco después resultó ser mi salvación. Me puso a 2400 metros, lo que a la postre resultaría ser mi techo, y con esa altura seguí por la cuerda hacia el Puerto de Villatoro. Mi objetivo era avanzar por la N-110 rumbo Madrid aterrizando lo más cerca posible de la carretera para no complicar mucho la recogida.

Pero el día no estaba para nada generoso en lo que a la calidad de las térmicas se refiere. Había bastantes ascendencias, pero tan débiles que la mayoría las abandonaba por aburrimiento. Por otra parte las descendencias tampoco escaseaban y al mínimo descuido perdía lo que me había costado minutos ganar.

Con esto en mente decidí relajarme y tratar de mantenerme el mayor tiempo en cualquier ascendencia, por raquítica que fuese. Así fue la que giré mientras la deriva me desplazaba sobre Navacepedilla de Corneja. Después de decenas de giros y tranquilamente un cuarto de hora la ascendencia parecía terminar, de nuevo a unos 2400 metros. Sólo el hecho de que durante casi toda la térmica me acompaño un parapente lo hizo un poco menos duro. Con dicha altura puse rumbo al Puerto de Villatoro.

En el camino atravesé no pocas descendencias que me hicieron localizar los posibles aterrizajes cerca de Casas del Puerto de Villatoro. Pero, como no, la mayoría venían acompañadas de alguna ascendencia con la que mantener la esperanza de cruzar el puerto. Sin embargo no lograba ganar con ellas ni siquiera los 2400 de los que venía. Ante la ausencia total de aterrizajes en el puerto di marcha atrás para volver hacia las campas Casas.

Pero en el camino de vuelta volví a trincar algo que parecía más fuerte y mejor que las anteriores, o al menos eso me quería creer yo. Y girándolo volví a adentrarme en el puerto, y volvió a abandonarme con poca altura, y volví a retornar a Casas. Y así, al menos tres o cuatro veces.

Pero el que la sigue la consigue y por fin con una térmica logré alcanzar algo más de 2400 en la ladera a la altura del puerto (punto en el cual además escuché a David «Potato» volando allí, en Piedrahita, hablar con Pepe que estaba volando en Pedro Bernardo). Desde ahí ya decidí no volver a volver a Casas y tiré hacia el Valle de Amblés, con Ávila de los Caballeros esperándome al otro lado.

A Ávila no llegué, me quedé a unos 12km., en El Quinto Pino, tres horas y cuarto después de haber despegado. Pero sólo ya lograr cruzar el puerto hizo que el vuelo fuese todo un éxito. Nada más cruzarlo llegué a Pradosegar desde donde decidí abandonar la sierra (de la Paramera) para seguir por la N-110. Sobrevolé Muñana, desde donde pude ver también San Juan del Olmo, pueblo del que guardo muy buenos recuerdos. Ya por allí un dolor bastante desagradable en el dedo gordo de mi pie izquierdo comenzaba a no dejarme disfrutar del vuelo.

El dolor en el dedo fue en aumento hasta comenzar a convertirse en algo muy desagradable. Entre La Torre y Muñogalindo decidí aterrizar. Ya estaba a unos cien metros del suelo con el arnés abierto cuando una térmica bastante fuerte me hizo abortar el aterrizaje. La comencé a girar sin mayor intención que la de no entrar en la campa con su influencia, pero era bastante fuerte y en poco tiempo estaba de nuevo con dos mil y pico metros. Pero el dolor seguía ahí, así es que decidí seguir planeando sobre la N-110 y aterrizar lo más cerca de Ávila posible.

Y así es como llegué hasta Aldealabad, una pequeña población al lado de Padiernos (justo al otro lado de la carretera) en la que aterricé en una campa inmensa sin ninguna dificultad. Como a 200 metros tenía un restaurante llamado El Quito Pino donde, tras un par de tragos a una fría jarra de cerveza, di por finalizado el vuelo.

Un gran vuelo… ¡grande Piedrahita!

(*) No puedo contar esto sin dar las gracias de nuevo a las dos personas que aquel domingo se hicieron cargo del coche y la furgo para que nosotros pudiésemos disfrutar de aquella experiencia sin perder nuestros trabajos al día siguiente. Sonia, Sara, gracias, gracias, gracias. Todavía os debemos esa cena. Vergüenza nos debería dar… y nos la da 😉

Domingo 29 de junio de 2008, Alto Rey.

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Tenía muchas ganas de volver a volar en el Alto Rey. De hecho, aunque mi último vuelo allí fue hace muchos años (14, que se dice pronto), he frecuentado su despegue (en particular) y la zona (en general) en bastantes ocasiones desde entonces.

Esta primavera me alegró ver que lo que es el sitio más seguro para aterrizar (tanto por tamaño como por cercanía al despegue) no estaba sembrado. En su día tuve la mala suerte de vivir una experiencia muy desagradable en la misma de la que no pocos voladores han oído hablar. En aquella ocasión la campa estaba sembrada de trigo y el agricultor que la trabajaba rajó literalmente las cometas a dos de los amigos con los que fui a volar allí. Un tercero, Fidel, mi compañero de cursillo y con el que compartía ala por aquel entonces, estaba todavía volando y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. En el último momento decidió aterrizar en las jaras que rodeaban el campo. Eso le (nos) libró de acabar con el ala rajada también, pero la decisión fue bastante arriesgada ya que, además del peligro de las jaras, había montones de piedra ocultos y dispersos de un tamaño considerable (muy posiblemente procedentes del propio sembrado).

En cualquier caso mi intención si lograba darme un vuelete allí era evitar dicha campa y aterrizar lo más cerca posible de Muriel, donde estaría mi familia y objetivo que gran parte de mis vuelos (cualquiera que realice desde la Muela, el Alto Rey, Arcones y, por soñar que no sea, desde Piedrahita). Un destino bastante complicado desde el Alto Rey por lo abrupto tanto de la Sierra Gorda (que tendríamos que atravesar para llegar en línea recta) como de la vertiente sudoriental de la Sierra de Ayllón (que tendríamos para acceder siguiendo la cuerda por el norte, hasta el Ocejón). Por lo tanto mi plan de vuelo para llegar es accediendo por el sur, bordeando el pantano de Beleña, aterrizando en los llanos de Tamajón, cerca de un pueblo abandonado llamado Sacedoncillo. Algo parecido a esto:

Desde el Alto Rey hasta Muriel rodeando el pantano

En Muriel no me puedo meter ya que no hay aterrizajes seguros para un ala delta. Pero bueno, bajemos de la nube y vayamos al grano. El vuelo del domingo.

La cosa pintaba muy bien. Había estado en el despegue el sábado y entraban rachas bien orientadas y todavía parecía haber cierta actividad en el cielo (es decir, se veían nubecitas chulas). Pero era muy tarde, pasaban ya las seis de la tarde. Siendo un despegue sur-sudeste, lo ideal en días térmicos es despegar antes del mediodía, ya que la orientación se va moviendo con el sol. Las rachas comenzaron a entrar cada vez más de oeste hasta que al final, cuando ya me marchaba, entraban de atrás. Me fui con la esperanza de que llegando prontito el domingo podría por fin darme un vuelo allí.

Y así fue. Aunque fui solo y allí no vuela casi nunca nadie, no faltan personas que suben a ver la ermita. Confiaba en ellas para no despegar solo, algo que siempre hay que evitar pero que en ocasiones hay que hacer (cuando, por ejemplo, estábamos en el despegue con otros voladores y nos hemos quedado los últimos). En mi caso, me ha tocado hacerlo en dos o tres de los aproximadamente trescientos despegues que he realizado. El viento estaba muy bien, con rachas que llegaban a ser fuertes en algún momento pero suave en general, y monté el ala con la esperanza de que alguien apareciese cuando todo estuviese listo. Así fue también.

Despegué como a la una y media acompañado de familia de Puebla de Beleña que gentilmente esperaron unos minutos antes de subir hasta la ermita. Nada más salir giré hacia la izquierda bordeando los cortados de piedra sobre los que se construyó la misma y no tardé en ganar altura al despegue. La abundancia de térmicas en la zona me permitió ponerme a varios cientos de metros en poco tiempo así como mantenerlos durante todo el tiempo que estuve en la sierra. Un buen puñado de buitres que despegaban de las rocas de la parte oriental me acompañaron también mientras estuve por allí.

La deriva de las térmicas era lo suficientemente notable como para hacerme dejarlas casi siempre antes de llegar al techo, para evitar meterme en el valle de atrás. Pasado el mismo, ya en el interior de Soria, se estaba comenzando a formar una tormenta de tamaño considerable. Esto, junto con el hecho de que comenzaron a formarse nubes en el valle me animó a salir hacia el mismo. Al hacerlo y entrar en la ascendencia más lejos de la sierra podría mantenerme durante más tiempo en la misma y ganar más altura, llegando quizás a la nube. Lo hice en un par de ocasiones o tres logrando ponerme a unos 2600 metros, unos 800 sobre el despegue. Aunque no llegué a meterme en la nube, sin duda estuve cerca.

La tormenta seguía creciendo y parecía ya lamer el valle de atrás, todavía a varias decenas de kilómetros del Alto Rey, y decidí alejarme definitivamente. Con el techo que comentaba y más o menos una hora después del despegue, tensé la cometa y puse rumbo hacia Las Navas de Jadraque, donde tengo controlada una campa bastante maja.

Sobrevolé Bustares y llegué a la campa de Las Navas sin problemas, ligeramente por debajo de la altura del despegue. Allí me encontré una térmica que decidí tantear. Su ascendencia no era mala, pero la deriva era considerable. La dejé para buscar otra en la que, aunque derivando igual, se subiese con mayor velocidad. Mi gozo en un pozo. Las que encontré fueron muy similares y al final me agarré a una para no tener que aterrizar.

Su deriva me fue lentamente acercando de nuevo a Bustares y apenas logré ganar metros. Abajo los chopos estaban bastante arqueados y parecía haber bastante viento. Posiblemente desde donde estaba ya no podría llegar al lugar de donde venía, a la campa de Las Navas. Viendo que la deriva me iba a meter ya por detrás de Bustares decidí aterrizar en una campa bastante grande que tenía cerca , al lado de la carretera (curiosa, curiosa. En muy buen estado pero… ¡de un solo carril para los dos sentidos!) que une ambos pueblos.

Efectivamente en el suelo había un viento considerable, lo que facilitó mucho la toma en una campa verde como ella sola. Después de recoger me tocó subir andando hasta el despegue para recoger el coche. Una hora y media de pateo. Pero sarna con gusto no pica… ¡vuelete!

Sábado 26 y domingo 27 de abril de 2008, Pedro Bernardo.

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¡Primer 2-de-2 de la U2!

El sábado el despegue estaba complicado por la falta de viento y eso nos hizo salir con cuenta gotas. Además teníamos la compañía de varias docenas de parapentes que tenían allí convocada una prueba de la Liga Centro y tuvimos que esperar a que salieran todos.

Gracias a la larga espera tuve tiempo de sobra para adelantar el cuelgue tal y comentaba en el post anterior, y para tirar las primeras fotitos a mi, cada vez más querida, nueva cometa. Una por delante:

u2 en peter (intrados)

Y otra por detrás, con Paco al fondo, al que no veíamos desde hacía mucho, mucho, tiempo:

u2 en peter (extrados)

Salí el penúltimo por delante del Pirata sobre las séis de la tarde. Previamente, mientras salía un parapente que tenía delante, me di unas carreritas con el ala para provar la nueva posición del cuelgue en la carrera. Las rachas eran muy flojas pero despegué muy bien tras una larga y progresiva carrera.

En vuelo me sentí más cómodo con el cuelgue adelantado y, aunque no pude superar en ningún momento la altura del despegue, «anduve» más de media hora girando ceros por la ladera sur.

En el aterrizaje opté de nuevo por la campa grande que está al lado de la oficial para probar la nueva posición del cuelgue con más tranquilidad. El planeo final y la toma fueron bastante mejores que en el vuelo anterior, posiblemente gracias a ese puntito de velocidad que me da dicha nueva posición del cuelgue.

El domingo las condiciones parecian mejores que las del el día anterior y despegué tres horas antes, a las tres (a la una, a las dos… y a las trés;). Había rachas relativamente fuertes y volví a pecar de rata en lo que ha carrera se refiere. Si bien no fue un piscinazo como el de mi penúltimo vuelo, sí que me faltaron un par de piés o dos más. Por ahora no termino de pillarle el punto al viento generoso en el despegue.

El vuelo estuvo muy bien y por primera vez puse la U2 a planear. Habían salido Javi «Yunquera» y Mario delante de mí tirándose hacia la derecha, por el brazo que baja hacia la piscina natural. Yo hice tres cuartas partes de lo mismo y en breve estabamos los tres varios cientos de metros sobre el despegue. Dejándome derivar hacia atrás en una térmica terminé con unos 800 metros sobre el despegue en la vertical de Gavilanes (en el trayecto fue una gozada ver tanta agua chorrear por la montaña, y en particular por la cascada de la central eléctrica).

Con dicha altura enfilé hacia La Iglesuela, en principio asumiendo que necesitaría de otra térmica para poder llegar. Pero… ¡ah! ¡qué equivocado estaba! No sé si fue por las condiciones suaves (por el camino no encontré grandes ascendencias, pero tampoco grandes descendencias), por el buen estado del ala (fue mi primer planeo con un ala… ¡nueva!), o símplemente porque era altura suficiente, pero llegué a La Iglesuela marcándome una placentera línea recta… y todavía tenía por lo menos 200 metros sobre el pueblo.

Encima del pueblo el vario volvió a sonar y me puse a localizar la ascendencia. No andaba muy acertado cuando vi una pareja de rapaces girando por debajo de mí. Con ellas me fue mucho más fácil localizar el núcleo de la térmica. Sin embargo tampoco era muy potente y derivaba bastante hacia La Adrada. La parejita (creo que de cernícalos) fue ganando más altura que yo en cada giro y en un momento dado los dos estaban girando muy cerca de mí, para finalmente superarme. Poco después creo que llegamos al techo de la térmica y decidí que lo mejor que podía hacer era volver hacia La Iglesuela y aterrizar en su bonita y bien «equipada» campa.

En la aproximación los chopos cercanos a la campa estaban doblados indicando la presencia de viento fuerte de sudoeste. En el aire así se sentía también. Por ese motivo me relajé un poco, pensando que el aterrizaje sería sencillo. En el planeo final, a pocos metros del suelo, el ala perdió bruscamente altura acelerando la maniobra. No logré incorporarme a tiempo aunque pude empujar lo suficiente como para tomar sin mayores consecuencias. Fue el primer aterrizaje con la U2 en el que no terminé de pie y, a más allá de cuestiones estéticas y de montaje, comienzo a pensar que un poco más de quilla no le vendría mal para protegerme más en este tipo de aterrizajes (que no deseo tener pero que pueden volver a presentarse en cualquier momento).

Más tarde pude observar que en la campa apenas había viento mientras los chopos seguían con sus copas curvadas por el mismo. El caso es que dependiendo de la orientación y la fuerza, la campa de La Iglesuela puede llegar a estar bastante sotaventada por el propio pueblo.

Ya con la cervecita en una mano, y el vario en la otra me puse a mirar a los registros de éste último, en busca de un dato absurdo. En la primera página me mostró los datos de ese vuelo:

Altitud máxima: 1893m
Ascendencia máxima: 4.4 m/s
Duración: 1h 38 min.

En la segunda, Las máximas de todos los vuelos que he disfrutado:
Altitud: 3.626 m
Ascendencia: 8.7 m/s
Duración: 4 h. 6 min.

Y por último, en la tercera, el número total de vuelos y horas de vuelo:
Vuelos: 297
Tiempo: 01 h. 27 min.

Y claro, ¿cómo es posible que el total de horas de vuelo sea 1 hora y 27 minutos si sólo en este vuelo he estado volando 1 hora y 38 minutos?

Pues fácil, como decíamos en los billares de mi barrio, porque le he dado la vuelta al marcador: ¡ya tengo (al menos) 100 horas de vuelo!