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Sábado 1 de octubre de 2011, Pedro Bernardo

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Al final nos juntamos una buena tropa en la este de Peter Bernard. Conocí a Alberto Xicohumo, que vino con otro alumno de Villa, David, y tras ver la campa subimos al despegue. Allí llegaron Armando, Felix, los Julios, los Carloses, Juanma, Gabi, el Pájaro Loco, Piris y Jorge. En total… 14 alas!!!

Muchas alas en la este de Peter Bernard

El vuelo me dejó un sabor de boca cojonudo y si finalmente es el último de la temporada me deja un recuerdo muy bonito. Después de tantos años volando aquí tuve la suerte de disfrutar de un vuelo totalmente distinto a cualquier otro.

Trinqué fácilmente nada más salir encima del despegue esa térmica me dejó casi a 2000 metros. La cosa no podía empezar mejor. Me puse a buscar por la cuerda y cuando volví a trincar altura tiré hacia Gavilanes donde había una nube bastante guapa. Cuando llegué a su base ya se estaba desaciendo y viendo que no llegaba a La Igle decidí volver.

Acercándome al despegue comencé a girar una cosita que me derivó hacia el otro despegue este, hacia la rampa. Y allí comenzó algo bastante chulo: el ascenso al Cabezo con vuelo prácticamente dinámico. Muy divertido ir haciendo ladera viendo todos esos rincones tan familiares desde una nueva perspectiva. El Cabezo me recibió con una termiquita que me hizo sentir lo afortunados que somos de poder vivir experiencias como estas.

Una vez en el Cabezo con cerca de 2300 decidí cruzar el puerto de Mijares para intentar ganar altura en Casavieja y tirar desde allí hacia La Igle con el viento lateral. Por el camino, cuando sobrevolaba los cortados de piedra de Mijares me encontré con una rapaz grande que tenía la parte de arriba negra con manchas blancas, preciosa. Más tarde Piris me confirmaría que se trataba de un águila real que hay por esa zona. Por encima de ella y de los cortados giré algunas cositas que me permitieron por un lado admirarlos con esa luz bastante inclinada ya, y por otro lado ganar algo más de altura de cara a llegar a mi objetivo. Me puse con 2350 metros en la vertical de los cortados.

El CabezoY finalmente me hicieron falta esos metros, ya que me empeñé en seguir por la cuerda sobrevolando el puerto de Mijares con dirección al pico Púlpito (o la Gamonosa) de 1915 metros. Con el viento de sureste avancé más lento de lo que esperaba y antes de llegar estaba por debajo del pico, pero con altura suficiente para pasar por el primer collado de su brazo que baja hasta Casavieja. Pero cuanto más me metía en el collado más se aceleraba el viento y aunque finalmente pude pasar por allí a punto estuve de tener que tirar cuerda abajo por el sotavento de dicho brazo.

Una vez pasado el collado (Portacho de las Tejadillas, de 1781 metros) entré en zona grata, y apoyándome en la ladera logré subir por encima de los 2100 metros fácilmente.  Pero cuando enfilaba hacia La Igle el cacharro me decía que tenía 30km de viento todavía bastante encarado y que no llegábamos. Por la radio Sara me confirmó que estaba las niñas en la campa oficial, así es que no me lo pensé más y puse rumbo hacia ellas. Cuando sobrevolaba Gavilanes vino la guinda del vuelete, una termiquita suave, de 1.5m/s, pero muy ancha, tanto que apenas tuve que quitar tensión para girarla. Fue tan suave y agradable que me animé a sacar la cámara y tirar algunas fotos en vuelo.

La deriva de la térmica me dejó de nuevo encima de la cuerda de los despegues, a medio camino de la cumbre, con 2000 y pico otra vez. Desde allí decidí ir a la campa dándome una vueltecita por el pueblo, por Peter, a modo de despedida de temporada. Intentaré darme por lo menos un vuelo más, pero por si las moscas.

Pedro Bernardo por la tarde

Pedro Bernardo por la tarde

En la campa estaban Piris y Jorge que me dijeron que estaba muy flojito de sureste. No lo hubiese pensado con la caña que tenía yo arriba. Enfilé entre los arboles de la oficial y logré hacer uno de los mejores aterrizajes que he hecho con la Lites. De nuevo, con poco viento.

Y para guinda de las guindas la sorpresita que me había dejado Juanma en la caseta… pero esa es otra historia. Vuelete!!!

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Jueves 19 y viernes 20 de marzo de 2009, El Yelmo.

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¿Qué mejor lugar para comenzar la temporada que el valle que tuvo que cruzar mi madre para nacer? Mi abuela de vez en cuando nos recuerda lo mal que lo pasó para llegar a Orcera desde La Puerta de Segura en busca de ayuda para dar a luz a mi madre. Un viaje a lomos de un burro junto a mi abuelo en el que se vieron forzados a parar en repetidas ocasiones para no «soltarla allí mismo», como ella dice. Alguna de aquellas paradas seguro que fue muy cerca de la solitaria zona sin olivos donde me gusta aterrizar cuando las condiciones me lo permiten.

El jueves, por ejemplo, no me lo permitieron. La teoría es que con la fineza de la U2 se podría llegar de planeo desde el despegue hasta dichos prados. Pero si el viento está un poco cruzado de norte, como era el caso, la verdad, hay que tener mucho valor para cruzar ese auténtico mar de olivos que hay que sobrevolar por el camino. Para hacer dicha transición con tranquilidad a mí me gusta ganar varios cientos de metros sobre el despegue. Y el jueves, como comentaba, no pude ganar muchos. Pero al menos pude estrenar temporada, que no es poco.

Despegué bastante tarde porque, aunque llegamos arriba a una hora bastante decente, el viento estaba de atrás, de levante. Pero eso sí, para que nadie se moviese de allí, de pascuas a ramos nos daba esperanzas con alguna rachita bien encarada. Y ya se sabe, con el sol cruzando nuestro techo en busca del poniente la cosa, en principio, debería ir a mejor. Una situación bastante frecuente en El Yelmo, por lo menos para mí. El caso es que en más de una ocasión la teoría allí me ha fallado, y me ha tocado desmontar arriba. Además en esta ocasión tenía que subir el ala desde algo más abajo de la última curva que hay antes de que la carretera corone El Yelmo: un buen montón de nieve impedía el paso con el coche. Así es que decidí esperar un poco y observar como evolucionaban las condiciones antes de ponerme a montar.

Había un buen grupo de parapentistas. Además del perenne Alf, estaba un inglés y un grupo de murcianos que habían ido a volar sólo ese día (el viernes no era fiesta en Murcia). Uno de ellos, Richard, me comentó que había terminado un curso de ala y que tenía muchas ganas de comenzar a volar con ella por su zona, Zarcilla creo recordar. Me habló maravillas de dicha zona de vuelo, una ladera de muchos kilómetros con bastante actividad térmica. Me remitió a la página murciavuela.com para que averiguase más de las zonas de vuelo en Murcia.

En cuanto las rachas comenzaron a ser más frecuentes Richard y sus compañeron fueron despegando y yo me animé a montar. Algunos lograron remontar algunos metros al despegue girando cositas que parecían suaves, pero en poco más de media hora estaban todos aterrizados. Pasadas las cinco y media despegué yo, bastante bien para llevar más de cinco meses sin hacerlo.

Giré una térmica muy suave a la derecha del despegue que finalmente abandoné más o menos a la misma altitud que tenía cuando me la encontré. Por un momento enfrenté el ala hacia La Puerta, pero enseguida me di cuenta de que con esa altura no iba a disfrutar nada del planeo y decidí tirar hacia la campa de Cortijos Nuevos. Por el camino giré una cosilla suave con resultados similares a los obtenidos anteriormente. Poco después estaba preparando la aproximación.

No tenía manga ni encontraba ninguna pista sobre la dirección del viento. Al final aterricé con el viento un pelín de la derecha sin demasiadas complicaciones.

Track del vuelo del jueves

El Yelmo y pulsadorEl viernes la cosa salió mucho mejor . Despegué dos horas y media antes, sobre las tres de la tarde, y después de buscar un poco encontré una térmica que me permitió ganar unos quinientos metros sobre el despegue… ¡ahora sí! ¡a La Puerta! 🙂

Por el camino, planeando con la tranquilidad que da la altura, me puse a hacer fotos de todo. De El Yelmo , Segura de la Sierra , Orcera , Torres de Albánchez y de La Puerta , sobre todo de La Puerta, donde está la casa de mis abuelos. Mi intención era sacar alguna foto chula para regalar a mis familiares, pero en algún momento cambié sin saberlo la configuración de la cámara y comencé a hacer todas las fotos con un tono azulado. Otra vez será. 😦

Encima de una pequeña cantera giré otra térmica con la que gané unos doscientos metros. Después de darme un paseo por el valle sin encontrar mucho más con lo que alargar el vuelo aterricé. Lo hice en una campa que me parecía más segura que en la que lo hago habitualmente, más cerca de La Puerta pero un pelín «hundida», sotaventada y con unos cables de alta tensión en la zona de la aproximación.

La nueva alternativa está mucho mejor. Se encuentra en la carretera que sube a Orcera desde La Puerta, poco después de abandonar la carretera que lleva hasta Cortijos Nuevos. Lo que pasa es que posiblemente gran parte del año esté sembrada. Aterricé sin problemas después de hora y media de vuelo y lo celebramos con unas cerves en Segura.

Un buen comienzo de temporada, sobre todo teniendo en cuenta que el invierno todavía no había terminado de terminar.

Track del vuelo del viernes

Sábado 20 de septiembre 2008, Alto Rey

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El último vuelo del año fue en la zona en la que, rompiendo cualquier pronóstico que hubiese podido hacer, más y mejores vuelos disfruté.

El viento estaba ligeramente cruzado de la derecha, lo que hizo que el comienzo del vuelo se desarrollara por encima de Gascueña de Bornova y Prádena de Atienza. Tras varias intentonas en las que el viento y la deriva siempre volvían a colocarme entre estos dos pueblos, finalmente logré llegar hasta Bustares con cierta altura. No mucha, pero suficiente como para llegar a las campas grandes que hay camino de Las Navas de Jadraque. Para mi sorpresa justo encima del puente trinqué una térmica bastante maja que girándola a izquierdas nos subió de nuevo a unos 2800.

Con esa altura decidí poner rumbo hacia unos prados inmensos (en la siguiente foto se ven arriba a la derecha) que hay antes de entrar en un zona con muchas curvas camino de Las Navas de Jadraque:

Las Navas de Jadraque

El rumbo lo llevaba ligeramente modificado hacia el oeste con una segunda intención. Si lográbamos ganar más altura podríamos llegar hasta La Nava de Jadraque, al lado de la carretera de Galve del Sorbe. Allí tenía controlada una campa decente, no tan buena como estos prados de Zarzuela, pero mucho mejor para la «recogida».

El caso es que según nos íbamos acercando a la vertical de los prados me di cuenta de que con aquella altura podíamos llegar perfectamente hasta La Nava. Así es que finalmente terminé de orientar el ala hacia el oeste, quedando el Ocejón delante de nosotros, y apretamos los sables para planear hasta allí.

Por el camino sobrevolamos El Ordial y Arroyo de las Fraguas y finalmente llegamos a la campa de La Nava con altura suficiente como para buscar algo por allí.

No encontramos nada y decidí preparar la aproximación. La campa era grande pero tenía (y tiene) un árbol justo en el centro, por lo que la cosa merecía toda la atención posible. El aterrizaje fue correcto, aunque la tuve que correr y se me desvió al final un poquito a la derecha.

Y fin de temporada. En total fueron veintiún vuelos con los que la U2 160 me dejó un buen sabor de boca de cara al invierno. Me da bastante confianza en los despegues con poco viento, aunque tengo que hacer un mayor esfuerzo que con mis anteriores alas por mantener el ángulo cuando el viento es más fuerte. Girando es muy cómoda, mucho más que la Laminar ST 13 con la que tenía la sensación permanente de «colarme» en la térmica, pero sin duda no tanto como mi vieja XS, qué parecía girar sola. En las transiciones sin embargo es una gozada, un planeo más que decente sin el cabeceo que me solían hacer aquellas. En las tomas es donde la (me) pondría la puntuación más baja. Sin duda no es un problema de la cometa, sino de su tamaño para mi peso. Algo menos de vela hubiera sido lo ideal, pero creo que con el lastre la situación está más o menos controlada de cara a esta nueva temporada que se nos echa encima…

¡hola!

¡¡¡A VOLAR!!!

Viernes 5 y lunes 8 de septiembre de 2008, Castejón de Sos.

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Tuca de Urmella (2532m)Siempre estará mi recuerdo como una de las zonas de vuelo más sobrecogedoras de todas las que he conocido. Porque lo es, pero además porque la primera vez que volé en ella me pilló en un momento en el que, aunque llevaba ya unos años volando, todavía no conocía lo que era hacerlo entre montañas de estas dimensiones. Fueron unas vacaciones inolvidables junto a Matilde, Fidel y Ricardo en las que empezamos volando en Arangoiti (Lumbier, Navarra), seguimos haciendo lo propio en Loarre (Huesca) para terminar en este popular valle de la Ribagorza. Aquel verano de 1996 siempre lo recordaremos también por la tragedia que tuvo lugar a pocos valles de aquel, en el camping Las Nieves de Biescas. Aquella misma tarde nosotros cuatro nos cobijábamos de las tormentas en nuestras tiendas de campaña, también en un camping situado a pocos metros de un río… los móviles todavía no eran de uso generalizado y la cabina del camping Alto Ésera tuvo pocos minutos de descanso hasta bien entrada la noche. Pero bueno, volvamos al post, que enseguida «me voy por las nubes».
Ambos vuelos fueron similares en cuanto a duración (cerca de la hora y media), techo (las nubes estaban a 2700 el viernes y a 2800 el lunes), máximas ganancias (sobre los 3 m/s) y rumbo (hacia delante en busca de la Sierra Calva y lento retroceso hacia el aterrizaje (sobrevolando el Congosto del Ventamillo y Chía ) tras llegar a la vertical de Gabás con unos 1.800 metros). En ambos me metí ligeramente en las nubes y en ambos compartí ratos con los buitres de la zona. Sólo el comienzo y el final fueron claramente distintos.

En el primero no tardé ni en despegar ni en trincar poco después a la derecha del despegue. El lunes sin embargo un viento muy flojo nunca quería soplar bien orientado, y recorrí con el ala a cuestas prácticamente todo el despegue, bajando cada vez más en busca de una mayor pendiente. En un momento dado logré salir corriendo mucho con una racha que tampoco fue ninguna maravilla. Fue correcto, sobre todo teniendo en cuenta la baja densidad que tiene el aire a los más de 2.300 metros de altitud que tiene este despegue.

Ésera entrando al Congosto del VentamilloAmbos aterrizajes fueron en la campa oficial, pero el viernes tomé de sur y con viento racheado, mientras que el lunes lo hice de norte prácticamente con viento cero. Tal y como había decidido en el vuelo de Baltar, volé con un lastre de 3 kilos saliendo además con litro y medio de agua en la camelback. Este peso adicional me pilló desprevenido en el primero de los aterrizajes en el que, dada mi falta de experiencia «lastrado», terminé hincando las rodilleras debido a la inercia de mi «nuevo» peso. En el segundo, ya prevenido, logré tomar sin perder la vertical a pesar del viento cero que aplastaba la campa.

En estos vuelos por fin pude hacer algo que llevaba tiempo intentando pero que hasta entonces no había logrado todavía a bordo de la U2: ¡¡¡fotos!!!

Aunque no logré salir del valle y llegar Campo como soñé desde alquilamos allí la casa, fueron vuelos los dos de los que se te quedan grabados para siempre, incluso sin fotos.

El Turbón y el collado de...

Espero volver antes de que pasen otros doce años.

Miércoles 20 de agosto de 2008, Sierra de Larouco.

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Este pasado fin de semana ya se han dejado ver los buitres girando cositas bastante chulas. Me pongo malo cuando les veo volar después de todo un invierno de abstinencia total. Son las primeras señales que avisan de la proximidad de la nueva temporada… ¡y yo con estos pelos! ¡cuatro vuelos del año pasado sin postear!

El miércoles 20 de agosto fuimos a Baltar, en la Sierra de Larouco, en el sur de la provincia de Ourense. Estábamos de vacaciones en Galicia y yo hacía tiempo que le tenía ganas a esta zona mitad gallega y mitad portuguesa de la que tanto había oído hablar. Ya había estado allí hacía tiempo, pero las condiciones no fueron buenas y nos limitamos a conocer sus múltiples despegues y sus no tan abundantes ni claros aterrizajes (al menos para alas delta).

Sin embargo aquel miércoles tenía muy buena pinta y, teniendo predominio de vientos de norte, sólo me quedaba descubrir cual era el aterrizaje oficial en Baltar. En mi anterior visita había logrado encontrar, no sin dar vueltas, el aterrizaje oficial de Gralhas, el pueblito portugués en el que se toma en los vuelos de sur. Sin embargo en Baltar vimos muchas posibles campas, todas con algún «perooo» y ninguna con alguna prueba definitiva que la delatase (es decir, con una manguita o similar). No tuvimos más suerte aquél día.

Tras dar varias vueltas sin encontrarla pregunte a unos chicos del pueblo. Me contestaron que podía aterrizar donde quisiera, que no había ningún problema y que nadie se iba a molestar. Así es que elegí la campa más grande y verde de todas y le coloqué una pequeña manga improvisada, atando papel higiénico en el extremo de una rama y clavando ésta en una alpaca. Cuando volví al coche mi hija tenía un berrinche tremendo. Lloraba desconsolada porque papa le había hecho pupa al árbol cortándole una rama. Y no le faltaba razón. Y el karma no tardaría en cobrarse mi osadía.

La alpaca en la que clavé la rama junto con media docena más de sus semejantes eran uno de los «peros» de la campa. Estaban en un lateral (qué se aprecia muy bien en el mapa porque es la única zona que no es verde) pero tenían un diámetro de metro y medio más o menos. Como para tenerlas muy presentes. Sin embargo no eran lo único feo del aterrizaje. La campa, aunque amplia, está entre dos filas de árboles de un tamaño considerable que sin duda podrían meter turbulencias que complicasen el planeo final. Pero bueno, vamos al grano, que me estoy adelantando.

Los dos despegues de norte están muy cerca el uno del otro y tienen pocos grados de diferencia en cuanto a orientación (unos veinte calculo, así de memoria). En días en los que el viento no está claramente definido ambos hechos se alían para que, por un lado los forasteros como yo no tengan muy claro cual de ellos montar el ala y, por el otro, permitir desplazarnos al otro con el ala ya montada si finalmente elegimos el lugar equivocado.

Nos sorprendió encontrarnos el terreno de ambos sin nada de vegetación y lleno de agujeros, algunos tremendos. Al pisar se levantaba bastante polvo y resultaba bastante sucio y desagradable. Finalmente opté por montar en el de la izquierda: dos de cada tres rachas entraban bien por allí y además había unos restos bastante grandes de moqueta (de alguna competición imagino) que podrían servir para que las chicas se pudiesen sentar sin mancharse demasiado.

Cuando estaba montando el ala apareció una furgoneta que aparcó en el otro despegue. Estando allí al lado decidí ir a presentarme y preguntarles por el aterrizaje oficial. Resultó que no eran parapentistas como pensaba, sino dos chicos que estaban preparando los despegues para meterles riego con el que mantener césped allí arriba. Sin duda eso lo hará mucho más agradable. Pero del tema del aterrizaje no tenían ni idea tampoco.

Cuando terminé de montar, tal y como me temía, la cosa había cambiado. Ahora las rachas eran 4 a 1 a favor del despegue de la derecha. Tras varios minutos de espera bajo el ala decidí ir con ella hasta el otro despegue. No fue para tanto al final, en poco tiempo estaba allí listo para despegar.

El terreno estaba demasiado «suelto» y la carrera para despegar me resultó incómoda. Imagino que ese fue el motivo por el que me tiré a la piscina, es decir, me dejé caer antes de que el ala me sacase a mí a volar. Por suerte cuando lo hice ya había alcanzado bastante velocidad y despegué sin ningún problema.

El principio del vuelo me resultó un tanto extraño, un tanto incómodo también. La forma de la ladera me resultaba extraña aunque por otro lado era lo más normal: después de todo era mi primer vuelo allí. Poco después creí identificar los dos factores que me confundían. El despegue se encuentra situado como en un saliente bastante redondeado de la montaña, lo que hace que tengas una sensación permanente de estar metido en una suave fuga. Por otro lado, en lo relativo a la forma de su componente vertical, también se trata de un caso atípico: por encima de los despegues la pendiente sigue aumentando, pero poco. No es un altiplano, pero tampoco una ladera. En resumen mi sensación era como si estuviese volando en la cima de un balón.

Si hubiese pillado alguna térmica fuerte quizá no habría tenido esa sensación, pero las que giré fueron suaves y en cuanto las perdía y ponía rumbo al valle tenía la sensación de que me podía quedar encima de un pino si me enganchaba una descendencia. Estuve más de media hora en ese plan y al final, no teniendo claro el seguir la sierra en ninguno de sus sentidos decidí salir al valle. Gran acierto.

Justo delante de los despegues hay una montañita que debe hacer las delicias de los pilotos locales. Al sobrevolarla tuvimos la suerte de encontrarnos con la mejor de todas las térmicas que habíamos pillado hasta ese momento. Ganamos unos 500 metros sobre el despegue y cuando la perdimos decidí tirar hacia adelante, hacia Baltar. Por encima del pueblo estuvimos girando cositas que no terminaban de dispararse. Dudé si seguir intentándolo por allí o tirar de nuevo hacia la ladera. Finalmente hice esto último, pero quizás ya un poco tarde.

Volviendo hacia la ladera vi una campa grande en los pies de la montaña rodeada por un camino que subía hacia los despegues (se trataba de la continuación del camino por el que habíamos subido nosotros). Parecía una buena opción para aterrizar si finalmente me quedaba corto para llegar hasta la que había planeado. Pero no me quedé corto.

No pillé mucho más en mi vuelta a la ladera, de hecho llegué bastante bajito y decidí salir de nuevo, esta vez directos hacia la campa. Llegué sin problemas pero no tenía altura ya para andar jugando con termiquillas tontorronas en una zona que no conocía. Así pues me concentré en la toma.

El viento parecía más fuerte de lo que yo había sentido durante el vuelo. Hice un par de ochos por detrás de la carretera OU-1109 (la que va hacia Portugal) tras el último giro a derechas encaré la campa en diagonal, en sentido sur-norte. Piqué con fuerza e hice el cambio de manos en dos fases tal y como me había propuesto Coci en Arcones. Hasta ahí todo bien. El problema vino después, cuando ya casi estábamos aterrizados.

Corriendo con la U2, o a punto de empezar a correr, en la mismísima recta final del aterrizaje, nos enganchó el rotor de los árboles que teníamos a nuestra derecha. En lugar de pararse definitivamente, el ala se me fue desviando progresivamente hacia la derecha sin perder velocidad. No era capaz de rectificar el rumbo ni de parar. Al final me tropecé y caímos, de una forma no demasiado brusca, pero el viento estaba tan guarro en esa zona que el ala terminó por boca arriba y yo me quedé encima de ella.

Por suerte la cosa en cuanto a daños no fue gran cosa. No me hice daño y en el ala sólo un montante se dobló sin llegar a romperse. Pero es desagradable sentirse así de vendido. Aunque adelantando el cuelgue y haciendo el cambio de manos en dos pasos la cosa había mejorado, la U2 seguía siendo algo grande para mi peso. O mi peso algo escaso para la U2. El que no busca soluciones es porque no quiere.

Me había resistido hasta ese día pero ya tenía claro que tocaba sí o sí: un lastre de 2-4 kilos me podía hacer ganar algo de mando que sin duda necesitaba para tomar con más seguridad. Llenando a tope de agua la camel-back podría ganar más de un kilo (casi siempre la llevo vacía o casi vacía).

Luego llegó Sara y me comentó lo del accidente en Barajas. Mi hermana estaba de vacaciones en Canarias y todavía no se sabía casi nada del avión que se había estrellado. Casi nada excepto que era un vuelo de Canarias. La llamé y por fin descansé cuando me dijo que estaban bien.

Un día un tanto feo, sin duda. Por eso quizá me he resistido tanto a contarlo.

Sábado 9 de agosto de 2008, Alto Rey.

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Mi cuñada y yo nacimos el mismo día, el 7, del mismo mes, agosto, del mismo año, 1973. El jueves había sido pues nuestro cumpleaños y decidimos celebrarlo en familia el domingo en Muriel. Quedaba así el sábado como un día ideal para volver al Alto Rey si las condiciones acompañaban. Y acompañaron.

La calle de nubes pasaba justo por encima del despegue y hacia el sur no había ni una sola condensación hasta la A-2. Monté por encima del camino porque el terreno estaba menos seco en esa zona. Mientras montábamos llegó una pareja catalana cuyo Mercedes empezó a echar vapor por el capó al poquito de parar el motor. Según me contó Sara, intentaron bajar después con el motor parado, pero el coche así apenas frenaba y finalmente tuvieron que dejarlo en la base militar abandonada y bajar con ella hasta Bustares.

El despegue fue posiblemente el peor que he realizado hasta la fecha con la U2, o al menos el menos controlado. ¿Motivo? Como me di cuenta poco después de despegar, me había olvidado de quitar la tensión que había puesto casi a tope en el montaje. Y sumado a esto el viento estaba ligeramente cruzado de la derecha. Nada más comenzar la carrera el ala se me desvió ligeramente hacia la derecha encarándose al viento y, ante mi sorpresa, mis correcciones no modificaron para nada dicho rumbo. Por suerte no había en nuestro «nuevo» camino ningún obstáculo y despegamos sin mayores consecuencias.

La cosa estaba muy bien, enseguida nos colocamos por encima de las antenas y después de un rato rastreando la zona una térmica nos subió hasta la nube justo en la vertical de la ermita. Todo iba viento en popa de cara a conseguir mi eterno objetivo: altura casi record para mí, unos 3400 metros, y recién despegado con toda la tarde por delante (serían las tres y media, más o menos). Así es que sin más puse rumbo hacia Zarzuela de Jadraque ya que con la altura que tenía llega perfectamente hasta sus campas.

Al llegar ya tenía la mosca detrás de la oreja: el planeo hasta allí había sido plácido y agradable. No habíamos atravesado ningún tipo de turbulencia de esas que hacen pitar al vario que suelen tener una térmica más cerca que lejos. Sin embargo al llegar a Zarzuela, con unos 2000 metros, el vario comenzó a marcar una ascendencia, suave, pero algo es algo. La giré con mucha paciencia y pude ganar unos cien metros antes de dejarla en busca de algo mejor. Fue el principio de una larga estancia sobre Zarzuela.

Una estancia que rondó las dos horas y en la que estuvimos subiendo y bajando cual yoyó entre los 2000m que comentaba y los 1700m. El estancamiento básicamente venía dado por los 5 km sin aterrizajes que hay entre Zarzuela y Veguillas. En condiciones ideales, estando las campas a unos mil metros de altitud serían suficientes 1500 para llegar, es decir, 500 sobre ellas (considerando una fineza de 1:10, un metro que pierdo, diez que avanzo). Pero las condiciones no eran ideales: el viento lo tenía totalmente enfrentado, lo que me restaría avance sobre el terreno en una proporción directamente proporcional a su fuerza. Pero mi altura estaba ahí y en ocasiones pensaba que podía llegar sin dificultad y en otras que no merecía la pena arriesgarse.

Y en principio ganó el «ángel» conservador. En el enésimo regreso desde el pinar hacia Zarzuela, dos horas y pico después de haber despegado, decidí aterrizar en la campa más segura de las que había visto por allí. Pero cosas del vuelo, basta que tires la toalla para que finalmente te salga ese otro plan que tanto tiempo habías deseado.

Cuando ya estaba planteándome abrir el arnés, a unos 1200 metros, atravesamos una térmica a la que no pude decir que no. Parecía distinta, más fuerte que todas las anteriores. La giramos y la deriva nos fue desplazando de nuevo hacia atrás, hacia Zarzuela. Según ganábamos altura la fuerza iba disminuyendo y parecía más de lo mismo. Al final la sensación que me dejó es que era exactamente igual que las otras térmicas y que simplemente a esa altura, más abajo, la ascendencia era más fuerte. Pero esta nos dejó a unos 2200m en la vertical de Zarzuela. Por enésima vez pusimos «rumbo Veguillas».

Teníamos unos 1200m de desnivel para recorrer los 6 km. que nos separaban de las campas de Veguillas. Parecía suficiente y finalmente lo fue. Llegamos unos 300 metros por encima de las campas y todavía jugueteamos por las faldas de la Sierra Gorda con alguna termiquilla antes de tomar en una de ellas. Me había metido la cámara en el arnés para hacer fotos desde el ala, pero una vez en colgado me resultó imposible sacarla. Para matar el gusanillo le hice una a la campeona allí aterrizada:

U2 en Veguillas

Después, antes de que hubiese terminado de plegar llegaron Ana y Rober con una sorpresita: Jose María. Mojamos el encuentro con unos botijos (¡a 70 céntimos!) en un (el?) bar de Veguillas.

Sábado 2 de agosto de 2008, Piedrahita.

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En el despegue el viento estaba muy flojo, tanto que David «Potato» y Julio «Piedrahita» decidieron bajar sus alas montadas para salir por debajo de la carretera. Juanma y Armando que llegaron algo más tarde montaron directamente abajo. Arriba estábamos todavía Jesús, Javi «Fontanar», Luismi y yo.

En ocasiones incluso llegaban a entrar rachas de atrás y, por lo tanto, remolinos que evitaron que nos relajásemos mucho. Uno de ellos pilló a Jesús preparado para despegar lo que le obligó a elegir entre salir o aguantarlo enganchado al ala. Optó por la primera opción despegando sin problemas tras una larga carrera.

Algo después Juanma, Javi y yo despegamos juntos en ese orden, Juanma desde abajo y nosotros desde arriba. Tuvimos que correr bastante pero despegamos sin problemas, si bien impresiona mucho salir planeando tan cerca del suelo. Posiblemente en la próxima ocasión similar despegaré desde abajo yo también.

Nada más salir trincamos los tres, Juanma bastante más alto pero Javi y yo aproximádamente a la misma altura. Tras unos cuantos giros decidí dejar la térmica para no molestar a Javi y tiré hacia la izquierda del despegue, en busca de la que los locales llaman térmica «de servicio». Y, aunque tardó algo en aparecer, no me falló.

Comencé a girar algo muy suave que lentamente fue cogiendo fuerza. En esas estaba cuando Juanma por la radio nos avisaba de que estaba con 3400 metros y subiendo, y quería saber hacia donde tirar. Yo le comenté que mi intención era ir a Puente del Congosto pero que todavía no tenía suficiente altura para tirar. Armando comentó que los aterrizajes por allí no eran muy buenos, pero que sí que los había en los pueblos cercanos. Por encima de los 3200 metros no lograba ganar más altura pero vi precisamente a Armando girando cerca de donde yo estaba y fui hacia allí. Pero por allí tampoco lograba ganar mucho y tras comentarlo con Armando tiramos juntos hacia el pico Umbrela, la cumbre del monte que hay enfrente del despegue a la izquierda.

Al llegar allí nos encontramos con Juanma que venía con mucha altura en dirección contraria a la nuestra. En la vertical del monte comenzamos a girar algunas cosas que tampoco terminaban de arrancarse con fuerza. Y así, tanteando por distintas zonas, estuvimos un buen rato, desplazándonos poco a poco hacia la ladera norte del monte, hacia Hoyorrendondo, pero tal y como en un momento dado me comentó Juanma, estábamos perdiendo más de lo que ganábamos. Finalmente él decidió volver hacia el despegue. Armando y yo tiramos hacia Puente del Congosto buscando algo que nos permitiese ganar metros por el camino.

Sin embargo nos encontramos con más de lo mismo, ascendencias muy flojas con las que cada giro tenía una de cal y otra de arena. Yo, viendo a tiro las campas de Navamorales, a pocos kilómetros de Puente del Congosto, decidí ir hacia ellas con la esperanza de encontrar por allí algo mejor.

Y algo encontré. En la vertical del río Corneja (poco antes de juntarse con el Tormes) atravesé una fuerte descendencia tras la cual vino su correspondiente ascendencia. Sin embargo era muy turbulenta y con una deriva considerable. Abajo los árboles del río estaban bastante inclinados y todo apuntaba a que el viento aumentaba cuanto más cerca del suelo. Finalmente decidí no arriesgarme a no llegar a la campa de Navamorales y dejé la térmica.

Efectivamente había bastante viento al nivel del suelo y la campa estaba ligeramente cuesta arriba. La aproximación era cómoda, sin obstáculos y aterricé sin problemas.

Sábado 26 de julio de 2008, Alto Rey.

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Subimos por la mañana al despegue de Arcones y la cosa pintaba regular. El viento estaba más bien de atrás y al igual que el día anterior estaba lleno de parapentes participando en el campeonato de España. Siendo el cumpleaños de mi padre y de mi abuelo no podíamos quedarnos allí esperando a que el viento cambiase. Teníamos que llegar con tiempo a la cena en Muriel). Por otro lado las rachas que pudiesen entrar ocasionalmente serían aprovechadas por grupos de parapentes en la última o penúltima manga de competición a los que sería mejor no molestar.

Así es que decidimos ir al Alto Rey que, además de tener orientación sur, estaba a menos de media hora de nuestro objetivo final para ese día.

Llegamos al despegue pasadas las cinco de la tarde y despegué sobre las seis aproximadamente. Las rachas que entraban comenzaron a ser cada vez más flojas y tuve que hacer una larga e intensa carrera para despegar. Tras hacerlo y durante un período bastante prolongado no atravesé ascendencia alguna. Me marqué un planeo de caída en línea recta hacia el aterrizaje al que parecía predestinado inevitablemente.

Cerca de la vertical de la campa nos entró una pequeña ascendencia a la que tratamos de agarrarnos con sables y dientes. Sin embargo no terminábamos de ganar altura con ella y decidí abandonarla. Antes de abrir el arnés todavía nos encontramos con un par de ellas más parecidas a la primera, muy suaves y, bien por malo, bien por rotas, no hubo forma de sacarles mucho rendimiento.

Sin embargo ya con el arnés abierto y planteándome la aproximación final nos entró por el plano izquierdo una térmica que por inercia comenzamos a girar a derechas. El resto las habíamos girado a izquierdas. Quizás por esta aunque posiblemente por alguna otra razón, ésta térmica estaba funcionando bastante mejor que las anteriores. La deriva me estaba arrastrando poco a poco hacia la otra gran campa que hay cerca de la sierra, en las proximidades de Gascueña de Bornova, cuyo único inconveniente respecto de la «oficial» es que hay que dar más vuelta con el coche para llegar hasta ella.

Aunque tenía más fuerza que las anteriores tampoco se trataba de «un termicón» y sin haber alcanzado la altura del despegue la deriva ya me había metido prácticamente encima de Gascueña. Eso sí, parecía que se iba animando por momentos. Cuanto más arriba mayor era la ascendencia. Para cuando llegamos a la altura de lo que sería la cima del Ocejón, a unos dos mil y pico metros, cuatrocientos sobre el despegue, ya se trataba de «una señora térmica». Un poquito más arriba, cómo no, me encontré con una pareja de buitres que nos ayudaron a mantenernos más cerca de su nucleo y meternos en la nube subiendo a más de 4 metros por segundo. Estábamos a más de 3100 metros… ¡yuuuuuuuuuuuuuhuuuuuuuuu!

Después de estar casi aterrizado es una gozada verte tan alto. Bien, pues tensión a tope y planeando hacia Las Navas de Jadraque. Era un pelín tarde para lograr hacer la ruta hasta los llanos de Sacedoncillo que comentaba en el post de mi anterior vuelo allí. Pero todo lo que nos acercásemos a Muriel sería terreno ganado. Al darme cuenta de las posibilidades reales de la altura que teníamos cambié ligeramente el rumbo hacia la derecha para tirar en línea recta hacia Zarzuela de Jadraque. Por detrás el pantano de Alcorlo y San Andrés del Congosto. A la derecha la cara de Valverde del Ocejón, el pantano de El Vado, los llanos de Tamajón y el pantano de Beleña… los rayos del sol ya camino del horizonte no me dejaban ver con claridad lo que quizá eran las casas más altas de Muriel. Además de los tres pantanos mencionados, a la izquierda, antes Siguenza, pude apreciar otros dos más cuyos nombres no conocía (Pálmaces y El Atance). Y el cielo con bastantes cúmulos, también como no en la dirección hacia la que nos dirigíamos la U2 y yo. En dos palabras: im-presionante.

Antes de llegar a Zarzuela el variómetro comenzó con su dulce melodía: «pí, pí, pípí». Para terminar de adornar la escena a unas decenas de metros por debajo de nosotros una rapaz nos dibujaba con sus giros la térmica en la que acabábamos de entrar. Con ella nos pusimos de nuevo a unos tres mil y seguimos nuestro rumbo hacia Veguillas.

En las proximidades de Veguillas giramos cositas que parecían avisar de que al sol le quedaba poco tiempo por allí. Tenían un diámetro bastante grande pero apenas se ganaban metros. Alcancé unos 2600, 200 más que con los que había lleguado allí. Finalmente decidí poner rumbo hacia Monasterio, si bien pronto me di cuenta de que con esa altura podría llegar sin problemas hasta Arbancón. De camino dejé a la izquierda Cogolludo y Fuencemillán, y al fondo, ya más cercanos, La Muela y El Colmillo. A la derecha la sombra de la Sierra Gorda no me dejaba encontrar Fraguas, el pueblo abandonado al que subíamos con las bicicletas desde Muriel para coger «palolú» y alucinar con la bajada a toda velocidad desde allí de vuelta hasta el pueblo. No me lo podía creer, estaba allí, muy cerca de todos aquellos recuerdos.

En Arbancón giré algunas cositas suaves con las que no ganamos mucha altura pero que me sirvieron para alargar un poquito aquel dulce momento. Me di cuenta de que alcanzando allí los tres mil metros podría llegar sin dificultad a los llanos de Sacedoncillo sobrevolando Muriel.

Me dirigí hacia una campa cercana al pueblo que desde el cielo parecía perfecta para aterrizar. Al llegar tuve que echarle imaginación para encontrar la forma de entrar en la misma, ya que estaba rodeada de cerros de poca altura que complicaban la aproximación. Finalmente aterricé sin problemas en ligera contrapendiente pasadas las ocho de la tarde tras dos horas de vuelo.

De allí me recogieron mis hermanos Roberto y Ana y a las nueve estábamos en Muriel preparados para la celebración. Un día perfecto, la verdad.

Viernes 25 de julio de 2008, Arcones.

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También había llovido desde mi último vuelo en Arcones. Un par de años creo. Y la verdad es que, tal y como está el camino para subir al despegue, posiblemente pase bastante tiempo hasta que volvamos.

Tal y como me avisó Valín cuando le llamé por teléfono poco antes de salir, se estaba celebrando allí el campeonato nacional de parapente. El despegue habitual, por debajo del camino, estaba lleno de parapentes y no había hueco para un ala. Siguiendo la estela de un coche que subía delante de nosotros con un par de alas seguimos subiendo hasta la vaya que separa Segovia de Madrid, en la misma cima, para montar allí y despegar por encima del camino.

Había bastante viento y la manga de parapente finalmente se suspendió. A mi no me hacía ninguna gracia tampoco, sobre todo porque el despegue de arriba es más llano y nunca había salido desde allí (sí desde encima del camino, pero justo a la altura del despegue «oficial»). Además la idea era despegar escorándonos un poco a la derecha, para no salir por encima de los parapentes, lo que hacía que el viento entrase algo cruzado.

Sin embargo finalmente el despegue fue bastante bueno. Esperé una racha bien enfrentada no demasiado fuerte y corrí manteniendo el ala ligeramente picada.

Valín había salido poco antes que yo tirando hacia la izquierda, hacia las rocas. Con el viento que había se mantenía sin dificultad por encima de la ladera. Yo le seguí y volamos juntos hasta el puerto de Navafría, girando de vez en cuando pero básicamente haciendo ladera. Mi idea era, como no, intentar llegar a Muriel, pero el propio Valín me había desaconsejado hacerlo con tanto viento. En particular le parecía peligroso el fuerte sotavento al otro lado de la montaña.

Sin embargo mi idea era acercarme en la medida de lo posible a Muriel (el sábado era el cumpleaños de mi padre y mi abuelo y nos esperaban por allí) pero no necesariamente metiéndome en el sotavento. Si no podía cruzar por el Pico del Lobo hasta el Ocejón podía seguir por la vertiente norte de la Sierra de Ayllón acercándome en lo posible a Galve del Sorbe y el Alto Rey. Así es que di media vuelta y volví hacia el despegue con esa idea.

La deriva de las térmicas era considerable y las dejaba a medias. Cuando me aproximaba a la zona del despegue vi un ala girando encima de la gravera y decidí salirme en aquella dirección para dar coger la ascendencia más lejos de la cuerda y poder mantenerme más tiempo en ella. Dicho y hecho. Al poco estaba con lo que sería mi techo para ese día, unos 2600 metros. La deriva me había arrastrado no sólo hacia la cuerda sino también hacia el este, dejándome a la altura de Prádena. En esas estaba cuando Sara me dio la graciosa noticia de que me había dejado el móvil en la furgoneta.

Para no complicar las cosas, sobre todo teniendo en cuenta que al día siguiente seguramente lo podría volver a intentar, decidí quedarme y tomar en el aterrizaje oficial. Eso sí, antes me quería quitar bien el mono de Arcones que tenía. Así es que puse de nuevo rumbo hacia el puerto de Navafría, donde volví a llegar, esta vez solo.

Aterricé casi tres horas después del despegue. En la campa había un viento relativamente fuerte y aterricé sin muchas dificultades. El Coci me dijo que tenía que intentar entrar con más velocidad y me dio un consejo que estoy aplicando desde ese día: hacer en dos pasos el cambio de manos de la barra de control a los montantes. Primero una mano, manteniendo el ala picada y con velocidad, y luego la otra. Hasta ahora lo venía haciendo en uno sólo, cambiando las dos manos simultáneamente. Con vientos como el de ese viernes, en dicho gesto mi U2 pierde el ángulo quedándose empujada, disminuyendo así notablemente la velocidad con la que atacamos el planeo final.

Nada como un buen consejo para seguir mejorando: ¡gracias Coci!

Sábado 12 y domingo 13 de julio de 2008, Piedrahita.

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No termino de entender por que no vuelo más en Piedrahita. Hacía por lo menos tres o cuatro años que no volaba allí. En aquella última ocasión Julio y yo aterrizamos ni más ni menos que en Villalba después de más de cuatro horas volando juntos (*). Y aunque aquello fue y es todo un récord para mí, mi porcentaje de buenos vueletes despegando desde Peña Negra es sin duda muy alto.

Volando allí en pleno mes de julio la media no podía empeorar.

La mañana del sábado 12 se presentó bastante cubierta de nubes. De camino hablé con mi padre y me comentó que en Muriel (en el norte de Guadalajara) estaba lloviendo con alegría. Aún así seguimos adelante. Al otro lado del túnel del Puerto de los Leones el panorama no mejoraba mucho: un cielo bastante oscuro que dejó caer algunas gotas en nuestro limpiaparabrisas. Temiéndonos lo peor llamamos a Carlos que sabíamos que andaba por Piedrahita. Si estaba mal quizá habrían decidido moverse a algún otro sitio. Hablamos con él y nos dijo que, aunque también estaba cubierto, tenían esperanzas de que abriese. Debo admitir que me pareció muy optimista en aquel momento.

Sin embargo a partir de Ávila el cielo parecía estar abriéndose, sobre todo por la vertiente norte de las sierras de la Paramera y de Villafranca. Cuando llegamos a Piedrahita lucía un sol espléndido y unos cuantos parapentes ya estaban en el aire.

En el despegue había bastante viento y racheado lo que, además de ponerme en tensión de cara al despegue (mis peores despegues hasta el momento con la U2 han sido con viento), hizo que aquel fuese el montaje más desagradable de todos los que le he vivido con la U2. Por suerte su quilla ya era 28cm más larga que la original.

Finalmente el despegue no fue tan complicado como pensaba. Con la ayuda de Eva y Pato y siguiendo las instrucciones de éste último (al que había conocido poco antes en el pueblo) esperé una racha floja y corrí manteniendo el ala picada en todo momento. Fue un buen despegue.

El fuerte viento hizo que desde el principio estuviese bastantes metros por encima del despegue. Sin embargo la deriva al girar me hacía complicado ganar el techo sin meterme demasiado atrás. Y cuando abandonaba la térmica me costaba bastante volver a salir al valle, perdiendo prácticamente todo lo ganado. Tras tres o cuatro térmicas abortadas decidí salirme más al valle para permanecer más tiempo en ellas. Aproximádamente en la vertical de Navaescurial comencé a girar la que me llevó hasta la nube, a unos 3200 metros.

Impresionantes las vistas del valle de atrás en los últimos giros de dicha térmica, con el Almanzor dominando el horizonte por la derecha y el Puerto del Pico a la izquierda (con el viento que había daba la sensación de que se pudiese llegar al mismo de planeo). El aire estaba bastante limpio y más al fondo se llegaba a distiguir incluso la Sierra de San Vicente.

Con dicha el techo pero de nuevo en la vertical de la cuerda tiré de nuevo hacia el valle, pero esta vez con mi vista puesta en la nube más cercana en dicha dirección. A la altura de San Miguel de Corneja comencé a girar su ascendencia para coger el techo de nuevo, pero esta vez a la altura de la 110, o lo que es lo mismo en el valle.

Teniendo el aterrizaje debajo de mí (al lado de la escombrera que también Eva y Pato se encargaron de que encontrase antes de despegar) y con esa altura decidí darme una vuelta por los pueblos del valle y, en este orden, sobrevolé Mesegar de Corneja, Bonilla de la Sierra, Becedillas, Malpartida de Corneja. Siguiendo el rumbo de la espiral que trazan los pueblos mencionados pasé por encima de Palacios de Corneja y Casas de Sebastián Pérez, desde donde puse rumbo hacia el aterrizaje, en el medio del valle, después de más de dos horas y media en el aire.

Llegué con mucha altura y tuve tiempo de sobra para estudiar el terreno y, junto con los datos y consejos que por radio me dió Julio «el de Ávila», planear la aproximación. Lo que no me esperaba ni pude ver desde lejos fue un montículo de tierra de más de un metro de altura mimetizado en el centro de la campa. Y como Murphy no descansa, de todos los metros de ancho que tenía la campa mi trayectoría en el planeo final era directamente hacia la joroba mineral.

En el último momento piqué hacia el montículo empujando inmediatamente después para «saltarlo». Mi pie derecho llegó a tocar con su cima, pero por suerte el obstáculo ya había quedado atrás y el aterrizaje terminó sin mayores consecuencias.

El domingo amaneció despejado con algunos pequeños cúmulos formándose a media mañana. Sin embargo cuando subimos, sobre la una más o menos, ya no había ninguna nube y los parapentes que estaban volando no parecían ganar mucha altura. Más bien todo lo contrario. Un par de ellos aterrizaron cerca de la carretera en medio de la ladera para volver a subir (a uno de ellos que hacía dedo le hicimos un hueco para ahorrarle el paseo de vuelta al despegue).

Arriba estaba ya Vento, de sobrevoar.com, un Lisboeta la mar de majo que conocí el día anterior. Eso sí, tenía su LiteSpeed (totalmente blanca, por cierto) todavía cerrada ya que, según él, las condiciones del día todavía tenían que mejorar. Era cierto que la capa de inversión parecía estar a la altura del despegue y que los parapentes que se quedaban por debajo de esta no lograban ya remontar.

Sin embargo mi norma (desde que soy papi) es entretenerme lo imprescindible los domingos: despegar pronto (o no volar) para llegar a Madrid a una hora decente que nos permita darle un bañito a la peque y hacer el «aterrizaje» en casa lo más suave posible. Corría el riesgo de aterrizar también prontito en la campa de la escombrera, pero es lo que tocaba.

Y estuve cerca. Nada más despegar gané algo de altura y enseguida tiré hacia el morrete de la derecha (Moros dice el mapa que se llama, con 2065 metros). Pero las descendencias eran bastante fuertes y no tardé en perder la altura ganada. Peleé un poco cerca de la ladera para intentar remontar sin mucho éxito y al final decidí salir al valle, ya por debajo del despegue. A cierta distancia un parapente giraba algo que poco después resultó ser mi salvación. Me puso a 2400 metros, lo que a la postre resultaría ser mi techo, y con esa altura seguí por la cuerda hacia el Puerto de Villatoro. Mi objetivo era avanzar por la N-110 rumbo Madrid aterrizando lo más cerca posible de la carretera para no complicar mucho la recogida.

Pero el día no estaba para nada generoso en lo que a la calidad de las térmicas se refiere. Había bastantes ascendencias, pero tan débiles que la mayoría las abandonaba por aburrimiento. Por otra parte las descendencias tampoco escaseaban y al mínimo descuido perdía lo que me había costado minutos ganar.

Con esto en mente decidí relajarme y tratar de mantenerme el mayor tiempo en cualquier ascendencia, por raquítica que fuese. Así fue la que giré mientras la deriva me desplazaba sobre Navacepedilla de Corneja. Después de decenas de giros y tranquilamente un cuarto de hora la ascendencia parecía terminar, de nuevo a unos 2400 metros. Sólo el hecho de que durante casi toda la térmica me acompaño un parapente lo hizo un poco menos duro. Con dicha altura puse rumbo al Puerto de Villatoro.

En el camino atravesé no pocas descendencias que me hicieron localizar los posibles aterrizajes cerca de Casas del Puerto de Villatoro. Pero, como no, la mayoría venían acompañadas de alguna ascendencia con la que mantener la esperanza de cruzar el puerto. Sin embargo no lograba ganar con ellas ni siquiera los 2400 de los que venía. Ante la ausencia total de aterrizajes en el puerto di marcha atrás para volver hacia las campas Casas.

Pero en el camino de vuelta volví a trincar algo que parecía más fuerte y mejor que las anteriores, o al menos eso me quería creer yo. Y girándolo volví a adentrarme en el puerto, y volvió a abandonarme con poca altura, y volví a retornar a Casas. Y así, al menos tres o cuatro veces.

Pero el que la sigue la consigue y por fin con una térmica logré alcanzar algo más de 2400 en la ladera a la altura del puerto (punto en el cual además escuché a David «Potato» volando allí, en Piedrahita, hablar con Pepe que estaba volando en Pedro Bernardo). Desde ahí ya decidí no volver a volver a Casas y tiré hacia el Valle de Amblés, con Ávila de los Caballeros esperándome al otro lado.

A Ávila no llegué, me quedé a unos 12km., en El Quinto Pino, tres horas y cuarto después de haber despegado. Pero sólo ya lograr cruzar el puerto hizo que el vuelo fuese todo un éxito. Nada más cruzarlo llegué a Pradosegar desde donde decidí abandonar la sierra (de la Paramera) para seguir por la N-110. Sobrevolé Muñana, desde donde pude ver también San Juan del Olmo, pueblo del que guardo muy buenos recuerdos. Ya por allí un dolor bastante desagradable en el dedo gordo de mi pie izquierdo comenzaba a no dejarme disfrutar del vuelo.

El dolor en el dedo fue en aumento hasta comenzar a convertirse en algo muy desagradable. Entre La Torre y Muñogalindo decidí aterrizar. Ya estaba a unos cien metros del suelo con el arnés abierto cuando una térmica bastante fuerte me hizo abortar el aterrizaje. La comencé a girar sin mayor intención que la de no entrar en la campa con su influencia, pero era bastante fuerte y en poco tiempo estaba de nuevo con dos mil y pico metros. Pero el dolor seguía ahí, así es que decidí seguir planeando sobre la N-110 y aterrizar lo más cerca de Ávila posible.

Y así es como llegué hasta Aldealabad, una pequeña población al lado de Padiernos (justo al otro lado de la carretera) en la que aterricé en una campa inmensa sin ninguna dificultad. Como a 200 metros tenía un restaurante llamado El Quito Pino donde, tras un par de tragos a una fría jarra de cerveza, di por finalizado el vuelo.

Un gran vuelo… ¡grande Piedrahita!

(*) No puedo contar esto sin dar las gracias de nuevo a las dos personas que aquel domingo se hicieron cargo del coche y la furgo para que nosotros pudiésemos disfrutar de aquella experiencia sin perder nuestros trabajos al día siguiente. Sonia, Sara, gracias, gracias, gracias. Todavía os debemos esa cena. Vergüenza nos debería dar… y nos la da 😉