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Domingo 30 de octubre de 2011, Pedro Bernardo.

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El día era muy parecido al anterior, pero mejor. Más cúmulos, más altos y más metidos en el valle. Y por suerte… más gente!

Con Pepe, listos para salirAdemás de Fernando, Pana y otros parapentistas estaban Pepe y Carmen, Lobo, Andrés y Félix. Eso sí, los únicos con ala éramos Pepe y yo. Lobo había quedado con Félix para ver como se podría llegar a hacer un despegue de este al lado del de oeste.

Salió primero Pepe. El ala le hizo un extraño durante la carrera y me avisó de que el viento estaba traicionero. Comenzó girando algunas cosas suaves cerca del despegue pero poco después se hundió y estuvo a punto de irse abajo. Por suerte pudo trincar en la sur ya por debajo del segundo camino. Logró ponerse bastante alto y planeaba hacia la cuerda de la derecha del despegue cuando despegué yo.

Buena carrera y buena picada para salir con velocidad y evitar sorpresas, muy «pro» todo ello, y para seguir en ese plan me puse a girar ahí mismo, delante del despegue. Gané un poco de altura y tiré por el brazo de la derecha hacia el campo de fútbol. La cosa estaba mejor que el día anterior y desde allí en un ratito estaba con Pepe cerca de las nubes y unos 2000 metros.

Con Pepe a unos 1900

Con Pepe a unos 1900

Con esa altura me tiré por la cuerda hacia El Cabezo donde había permanentemente un grupete de nubes pocos metros por encima. Justo antes de llegar al puerto trinqué otra térmica con la que subí hasta ellas, a unos 2200, y en ese momento comenzó la parte más bonita del vuelo.

El Cabezo entre nubes IILas nubes tenían el tamaño justo para entrar en ellas sin agobios, ya que era muy raro completar un giro sin salir a un claro. Tiraban muy poquito, pero por todos los sitios y la sensación era muy muy agradable, entrando y saliendo de las nubes permanentemente. Una verdadera gozada. Lo más parecido a lo que sugiere el verbo volar, como si el hecho de jugar con las nubes hiciese más explícito que estábamos en el cielo.

Todo el día había habido una callecita de nubes por Cabeza Aguda, la sierra que baja desde El Cabezo hacia La Abantera. Desde donde estaba, en medio de tanta nube, no podía verlo (se podría decir que «las nubes no me dejaban ver la calle») pero Pepe me confirmó que seguía ahí, así es que con unos 2300 puse rumbo La Abantera.

San Esteban y VillarejoBajando por allí la vista del valle de las cinco villas era espectacular, aunque desgraciadamente las fotos no pudieron hacer justicia a aquel paisaje porque el sol lo teníamos de cara. Girando cada cosita que me encontré por el camino llegué al puerto de Pedro Bernardo con unos 1900. Sin embargo ahí se acababan las nubes ni por el puerto ni por la propia Abantera había nubes, así es que decidí volver hacia «la zona coca-cola» (los riscos de la derecha del despegue).

Pepe ya no estaba por allí, y cuando le pregunté me confirmó que estaba aproximando para aterrizar. Estuve un ratito por allí ganando altura y me tiré al valle. Llegué hasta el río con unos 1000 metros y el vario no había dicho ni «mu» durante todo el planeo. Di media vuelta y puse rumbo a la campa, y acto seguido, como si para llevarme la contraria, el vario se puso a pitar.

Fue otro pequeño regalito de este fin de temporada tan generoso, este sí ya posiblemente el último de todos. Casi un cuarto de hora girando algo con la tensión a tope que apenas me levantó cien metros.

Cuando dejé aquella delicia, resistiéndome a ir a aterrizar sin más, fui hacia las naves que hay cerca del antiguo aterrizaje, al lado de la carretera de Buenaventura antes de llegar a la gasolinera. Y el caso es que algo me pitó por allí, pero no tenía mucha altura y al final decidí tirar hacia el aterrizaje con algo de altura para poder ver la manga.

Viento, al igual que el día anterior, muy flojo casi cero, y aterrizaje en la misma línea. Eso sí, esta vez no estaba solo en la campa, tenía buena a la par que entretenida compañía. Eso sí, Pepe y Carmen se marcharon en seguida porque no hacían puente.

Antes de desmontar hice esta foto a la Lites donde se puede apreciar la entrada del frente que posiblemente suponga, ahora ya sí, el final de esta temporada.

Ala, encina y frente

Ala, encina y frente

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Miércoles 12 de octubre de 2011, Pedro Bernardo

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Siendo un día festivo en medio de la semana casi todo el mundo optó por Arcones, más cercano a Madrid y con muy buena previsión. De no haber sido porque tenía el ala en Navamorcuende yo también hubiese ido para allá, que este año no he volado allí y le tengo ganitas ya.

Por el Tietar andaban Juan, Armando y Julio que volaron el martes y dejaron la furgo de Armando arriba, en el despegue de suroeste. Julio y Armando no podían quedarse, pero apareció Félix. Juanma que en principio iba a venir finalmente optó también por Arcones.
Así es que sobre la una dejamos mi coche en la gasolinera y subimos en la furgo de Félix, él, Juan y yo.

Los figurasMientras montábamos unos amigos de Félix que vuelan en parapente le llamaron para decirle que subían al despegue. Cuando llegaron ya estábamos listos para salir. Les comentamos que a falta de una teníamos dos furgonetas para bajar, por si acaso podían bajar alguna de ellas. El día tenía muy buena pinta, totalmente soleado con viento suave de suroeste y rachas térmicas algo más fuertes.

Poco antes de las tres despegó Juanito y tras ganar un poco de altura hizo su ya clásica pasadita por el despegue. Después salí yo y me fui directamente recto en busca de la térmica del campo de fútbol, donde ya estaba girando Juan. La cosa estaba suave y, aunque inicialmente no se ganaba mucha altura, los giros se completaban cómodamente. En un ratito estábamos con 2000 metros. Félix tardó bastante en despegar y finalmente salió poco antes de que nosotros dejásemos esa térmica poniendo rumbo a La Abantera.

Con el viento de cara se avanzaba bastante bien. El vario me indicaba que teníamos unos 9km/h de oeste. Antes de llegar a La Abantera giramos un par de cositas que, aunque no ganamos mucho con ellas, nos permitieron llegar con algo más de altura. Encima de La Abantera giramos otra térmica, yo sobre la ladera sur, Juanito más metido en el altiplano de La Abantera. Subía mejor que yo (¡¡¡cómo vuela el tío máquina!!!) y poco a poco me fui dejando derivar hasta que terminé en su mismo núcleo.

Mombeltrán

Mombeltrán

Por la radio Félix me dijo que iba a cruzar el puerto de Mijares. Nosotros con unos 2000 tiramos hacia Ramacastañas, girando otra cosita poco después en la que yo me entretuve un poco más que Juan quedándome por detrás de él. Avanzamos bastante sin trincar nada y la cosa no pintaba muy bien. Cuando ya estaba pensando en dar media vuelta lo hizo Juan, así es que no espere a pasar por donde ya lo había hecho él sin éxito y puse rumbo a La Abantera de nuevo.

Llegué unos 50 metros por debajo de la cuerda, con la gran vista de la roca que tiene La Abantera en su cara suroeste delante de mí.

Volviendo a La Abantera

Volviendo a La Abantera

Nada más acercarme a las rocas de la izquierda el vario comenzó a pitar algo suave y mientras realizaba los primeros giros saludé a un par de personas que estaban allí arriba. Juan estaba también girando, pero más metido hacia Cinco Villas. En este punto nos separamos. Yo volví a Pedro Bernardo por donde habíamos venido, un poco más al sur, y él tiró por la cuerda del Puerto de Pedro Bernardo, por la Sierra Cabeza Aguda.

No gané mucha altura en La Abantera y llegué a la térmica del campo de fútbol sólo un poco más alto que cuando la pillé tras despegar. Desde ahí la clásica subidita por la cuerda de los riscos hasta el Risco Miravalles, el que hay arriba en el collado antes de llegar a El Cabezo. Durante la subida logré comunicarme con Félix que finalmente me confirmó que había aterrizado en «el campón» de La Adrada (el que hay en la salida hacia Sotillo a la izquierda).

En Miravalles estuve un buen rato buscando algo sin demasiada suerte, siempre por debajo de los cortados de piedra. En plena lucha me encontraba cuando en un giro pude ver a Juan bastante alto en El Cabezo. Seguí intentándolo un rato pero finalmente me di por vencido allí arriba y decidí probar suerte bajando de nuevo por la cuerda. Tuve que bajar bastante, pero al final la encontré en los cortados de piedra que están encima de la rampa de madera.

El Cabezo desde MiravallesCon esa térmica pude finalmente coronar El Cabezo. Juan ya no estaba por allí, pero para que no me sintiese solo esa gran cumbre tenía preparadas para mí un par de sorpresitas. Puse dirección Mijares con no mucha altura y rápido me puse por debajo de cuerda. Justo en el punto que me puse ganar algunos metros estaba tranquilo un ciervo con su hermosa cornamenta. A pesar de lo cerca del suelo que estaba girando no se asustó y pude verle mientras completaba un buen puñado de giros. Con la altura que gané en esa térmica seguí hacia Mijares y en seguida me entró otra térmica suave que comencé a girar con la tensión metida. Debajo de mí, elegante como ella sola, tenía el águila real que me había encontrado en mi anterior vuelo.

Tenía altura y me empeñé en hacerle una foto, aunque me costase perder metros. Le hice muchas fotos (todas malas, por supuesto) y perdí suficiente altura como para que se pusiera encima de mí. Ahí la tenía mejor para la foto, pero ya estaba muy cerca del suelo como para soltar el ala. Me inquietaba un poco tenerla encima, pero poco después desapareció.

Y nada, decidí trincar toda la altura que pudiese para tirarme al valle. Ya había sido un vuelo precioso y sólo faltaba terminarlo con un gran aterrizaje. Salí con 2300 y puse rumbo Navamorcuende, sólo para tantearlo. El vario casi hasta la vertical del Tietar me aseguraba que llegaba (raspado, eso sí) a la campa que tengo controlada en el altiplano de Navamorcuente, justo antes de caer hacia las granjas que hay entre Buenaventura y Sartajada. Desde la vertical del Tietar puse rumbo a la campa.

Juan estaba aterrizado en la oficial. Había viento suave de oeste y me planteé entrar yo también en la oficial. Sin embargo, cuando tendría que haber girado a derechas para entrar en la campa decidí seguir recto y hacer eso mismo pero en la campa de al lado. Mi objetivo principal era aterrizar bien para ir cogiendo confianza con la Lites. Ya tendré tiempo de entrar en la oficial. Y cumplí mi objetivo con un muy buen aterrizaje, aunque como comentaba las condiciones eran perfectas.
Mi Lites
Tras aterrizar me di cuenta de que había hecho el nudo del overdrive un cuarto más allá de lo habitual, lo que implicaba que había volado todo el tiempo entre más de media y toda la tensión, incluyendo el aterrizaje que hice con casi tres cuartos de tensión. Algo raro había notado. Sí, quizás un poco más dura, pero sobre todo que la tensaba y destensaba más rápido que en los otros vuelos. En cualquier caso me ha gustado y posiblemente comience a hacerle el nudo en esta nueva posición (donde el ala tiene ya metido un cuarto de tensión).

Los amigos de Félix habían bajado su furgo e iban a por él a La Adrada. Uno de ellos había aterrizado en Sotillo y les pillaba de camino. Mientras yo terminaba de desmontar Juan fue a la gasolinera a por mi coche, que trajo, como no, con el litro y las patatas de La Victoria 🙂

Subimos a por la furgo de Armando recordando viejos tiempos, viejos vuelos, y entre eso y la proximidad del final de esta temporada (estamos a mediados de octubre!!!) nos pusimos nostálgico-romanticones. En medio de aquello Juan dijo algo que me gustó muchísimo refiriéndose al vuelo en térmica. Me dijo: «El vuelo es un milagro». Y es que me cuesta encontrar otra palabra que lo defina mejor.

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